Somos una extraña mezcla de sentidos y de química. Es mi opinión, claro. Yo creo que de esa dualidad nacen los sentimientos… Sin embargo, según la ciencia pura y dura tan solo somos un conglomerado químico. Y lo que más se ha investigado, curiosamente es, eso a lo que llamamos Amor. Esa atracción de diferentes naturalezas que nos produce sensaciones de muy distintos y diferentes aspectos, resulta ser de lo más analizado por los científicos.
De hecho, según la investigadora Helene Fisher, “el amor es un mecanismo biológico que ha evolucionado en nuestro cerebro a fin de promover y facilitar la reproducción humana y la supervivencia de la especie” … Vale: se nos induce a reproducirnos para luego matarnos entre nosotros y que la supervivencia sea a costa de suprimir una buena parte de los que somos. Pues más vale que, el tal “mecanismo”, se ajuste mejor para “reproducirnos” lo justico y necesario, ¿no?… Bueno, sigamos. Asegura que estamos programados para enamorarnos, pero que hay tres programas distintos conducidos por tres clases de hormonas diferentes: el deseo, el apego, y el amor platónico o romántico.
Los estrógenos y la testosterona activan el primero de ellos, esto es, la necesidad de obtener inmediata satisfacción física… Ya saben, es el “amor” fácil, el “tomémosnos” más que el “démosnos”, todo eso… El apego que ella dice – a mí me gusta llamarlo querencia – funciona a base de oxitocina y vasopresina, un par de hormonas neurotransmisoras que mantienen un roce continuado en el tiempo sin que tenga que ser necesariamente sexual. Tal que así lo dice. El primero es para obtener descendencia, y el segundo para mantener el vínculo a largo plazo y garantizar así el cuidado compartido de la camada (versus “familia”).
Aquí matiza la buena mujer que las “interfases” habituales humanas entre estas relaciones es que podemos sentir deseo sin apego, o apego sin deseo, o estar “querenciados” al mismo tiempo que sentir deseo por miembros ajenos a los del apego… En fin, un jodido lío, fácilmente reconocible en nuestra humana sociedad. Aquí también me permito opinar que el diseñador de tales programas bien pudo definir que no se empezara una secuencia sin haber terminado la anterior, o en el lenguaje de la investigadora: controlar mejor los grifos hormonales y no tener más que uno abierto a la vez, digo yo…
En cuanto a lo del amor platónico, más conocido por romántico, Fisher se lo apunta a una descarga de dopamina y neropirefrina en el cerebro que deja al portador así como semiagilipollado… No se pueden considerar como moléculas del placer, dice, sino más bien como una droga adictiva sin premio final. Una especie de contemplación subliminal que nos deja colgados como bacalaos… Yo tuve un amigo que a este fenómeno lo llamaba “el sinpecado”. Justamente eso.
A mí me parece que las buenas novelas de amor no hubieran nacido de no ser por esa mezcla de laboratorio; se habría perdido una gran parte de nuestra producción literaria y de cine; y Corín Tellado no se hubiera comido una puñetera rosca… Todo tiene su encaje en la Creación, y cada caja guarda su bombón.
Dicho y expuesto todo esto, resulta tentador pensar que en realidad somos mera química, y que actuamos por ella y a través de ella en todas nuestras manifestaciones de amor/odio (que, en realidad, son todas), que somos consecuencia de la acción de tal química en nosotros; ergo en absoluto somos responsables de nuestros sentidos, sentimientos, sensaciones y acciones; ende podemos irnos de rositas diciendo que la culpa es de la transaminasa Tomasa, no nuestra…
No quisiera un servidor aguarles la fiesta, pero yo no lo veo así… Yo creo que es justo al revés: es nuestro libre albedrío el que, a través de nuestra propia voluntad, obliga a los componentes químicos que forman y conforman nuestro organismo (todo lo que hemos tratado son funciones orgánicas) a formar los compuestos que necesita nuestra parte física – cuerpo – para ser predispuesto en determinada dirección. No sé si habré sabido explicarme… Las sensaciones y los sentidos son meramente físicos, pero cuando el sentido muta a sentimiento, eso ya es psíquico, mental, espiritual…
Una curación espiritual se apoya en el santo, virgen, cristo o creencia que sea, es igual, no es más que el triunfo de la voluntad (llámelo fe, si prefiere) sobre el funcionamiento químico de la materia corporal… Pues exactamente igual, si bien hay cosas y casos en que hay que ponerles poco empeño porque trabajan en automático. Pero el principio funcional es el mismo. A eso se le llama tener conciencia de sí mismo, y esa conciencia, ñoras y ñores, no está compuesta por ningún elemento químico en su más mínima parte. Res de res. Inanalizable por completo.
De lo cual se deduce fácilmente que el verdadero nosotros, el auténtico usted, y ese señor o señora de ahí; el genuino yo, no reside en ningún átomo de la materia en que nos apoyamos; y sobre todo, no somos nuestras puñeteras y muy dignas hormonas… Podríamos verlo también desde la otra esquina del tablero: El común de los tres distintos amores de doña Helen, aún en distintos grados, es que son de naturaleza obsesiva (pregúntenle a los celos). Pues bien, la obsesión tampoco soporta un análisis químico. Es un sentimiento, más o menos nocivo, derivado de una voluntad (deseo) anímico, no orgánico. Aquí uno manda y el otro obedece… o no, o se resiste. El confundir el caballo con el jinete puede convertirnos en perfectos equinos. No nos dejemos engañar.