Por: José Antonio Aguirregomezcorta Gragirena
Franz Joseph Haydn nació en la localidad de Rohrau, cerca de Viena un 31 de marzo de 1732; y falleció en Viena; tal día como hoy 31 de mayo de 1809. Es uno de los máximos compositores, directores y creadores en la música de la historia de la humanidad. Igualmente, es uno de los más importantes representantes del periodo Clásico, además de ser conocido como el «Padre de la Sinfonía» y el «Padre del Cuarteto de Cuerdas» gracias a sus importantes contribuciones a ambos géneros. También contribuyó al desarrollo instrumental del «Trío con Piano» y en la evolución de la forma «Sonata».
Indudablemente, su aportación más significativa y revolucionaria fue la evolución de la sinfonía. Antes de Haydn, las sinfonías eran piezas breves y episódicas, pero él transformó este género en una forma artística completa y estructurada. Compuso más de 100 sinfonías, explorando una gama diversa de emociones, texturas, armonías y tonalidades que hasta ese instante, a nadie se le había ocurrido usar.
La inicial vida de Haydn fue bastante complicada. Según varios de sus biógrafos, pasaba hambre frecuentemente y era humillado con regularidad por el estado paupérrimo, mal oliente y asqueroso de su vestimenta y de él mismo, hecho este que, en esa época, era bastante normal para el europeo promedio. Sin embargo, comenzó sus estudios musicales y pronto pudo tocar el clavecín y el violín con destreza inusitada, así como cantar las partes de tiple en el coro de la iglesia de Hainburg por lo cual, las molestias de sus coterráneos, cesaron.
Físicamente fue de corta estatura, muy delgado, de amplia nariz, con efectos visibles de su malnutrición ya mencionada; delicado de salud a haber sobrevivido a la viruela, evento este que hace 300 años era casi que una experiencia milagrosa. Tenía las cicatrices corporales que evidenciaban este trance que lo transformó en un devoto católico.
Un suceso importante en su devenir fue su contratación por el violinista y empresario británico Johann Peter Salomón para sus conciertos en Londres.
Los dos viajes que efectuó a la capital británica para asistir a estos conciertos (1791-1792 y 1794-1795), fueron las ocasiones perfectas para el éxito de sus últimas sinfonías.
Conocidas como las reconocidísimas Sinfonías Salomón o Sinfonías de Londres que incluyen algunas de sus obras más famosas: Sorpresa (n.º 94), Militar (n.º 100), El reloj (n.º 101), El Redoble de Tambor (n.º 103) y Londres (n.º 104).
La Sinfonía Militar por ejemplo, desde su presentación ha sido interpretada por la Casa Real Británica como conmemoración por alguna victoria de guerra, siendo parte del abolengo británico por excelencia.
Entre sus alumnos estuvieron muchísimos grandes nombres como: Pavel Vranický, Friedrich Kalkbrenner, Marianne von Martinez, Ignace Joseph Pleyel, Antonín Vranický, Jean-Baptiste Krumpholz, Sigismund von Neukomm y unos tales Ludwig van Beethoven y Wolfgang Amadeus Mozart; con este último, tuvo una estrecha amistad ya que ambos eran verdaderos fiesteros.
Unos pocos años después de su muerte, en 1820 sus restos fueron llevados a la aldea de Eisenstadt, donde había vivido durante tres décadas. Pero cuando se abrió el ataúd para el traslado, se comprobó que bajo la peluca blanca ¡no había nada! Una investigación llegó hasta el círculo frenológico de Viena, discípulos de Franz Joseph Gall, quien afirmaba que las facultades mentales y espirituales podían inferirse del estudio de la forma y tamaño del cerebro y del cráneo. Aunque dos frenólogos admitieron haber tenido el cráneo temporalmente en su poder, la policía austriaca no lo pudo localizar. En 1895, apareció entre las posesiones de un profesor de anatomía. A su muerte, sus hijos donaron la reliquia a la Sociedad de Amigos de la Música.
