
Por: José Antonio Aguirregomezcorta Gragirena
Cualquier rincón de todo arrabal caribeño sirve para armar una parranda, una tertulia, una rumba; donde el tema femenino y el musical son los argumentos principales de conversación.
Los Sitios: Jesús María y Belén en Cuba; Barrio Obrero, Bélgica y la Perla de Puerto Rico; Los Flores, San Juan y Petare de Venezuela, solo por nombrar algunos ejemplos clásicos de lo aludido. En todos ellos y en muchos más que dejan de mencionarse, siempre surge – en medio de la alegría, el sonar de los cueros, el seco tañir de las claves y el aroma de un roncito seco – la siguiente expresión mientras se escucha alguna Salsa a todo volumen: «¿Te acuerdas de Ismael Rivera? Ese si cantaba, como él, ninguno”
Ismael Rivera, el único Maelo, el verdadero e irrepetible Sonero Mayor, nació tal día como hoy 05 de octubre de 1931 en San Mateo de Cangrejos, Santurce, Puerto Rico y se nos fue un 13 de mayo de 1987. Hoy es su Natalicio.
Maelo es el máximo representante del canto salsero aun cuando en sus inicios, el término salsa, no existía para este género musical.
Tiene una amplísima cantidad de clásicos que pertenecen al Asgard de la Salsa, como por ejemplo: «Las Caras Lindas», «El Nazareno», «Que Te Pasa A Ti», «Orgullosa», «Mi Jaragüal», «Mi Negrita Me Espera», «De Todas Maneras Rosas», «Yo No Quiero Piedras En Mi Camino», «El Negro Bembón», «El Niche», «La Gata Montesa», «Maquinolandera», «Yo No Soy Para Tí», «Traigo De Todo» entre varias decenas más.
Fue el primer hijo del matrimonio compuesto por Margarita Rivera García, ama de casa, y Luis Rivera Esquilíne, carpintero ebanista. A Ismael le siguieron cuatro hermanos: Diego, Laura, Ivelisse y Tommy.
De niño se distinguió por un apasionado interés en la música y se las pasaba improvisando con latas y palitos. A temprana edad debió abandonar sus estudios para trabajar como limpiabotas y así contribuir con el sostén del hogar. A los 16 años se inició como albañil, aunque se la pasaba cantando y tocando en los rumbones que se formaban en la Calle Calma y otros sectores del Santurce Cangrejero, en unión de su amigo de toda su existencia y futuro compadre Rafael Cortijo.
La primera vez que se juntaron para tocar Ismael y Cortijo fue en 1948, en el Conjunto Monterrey, dirigido por Monchito Muley, Maelo como conguero y Cortijo como bongocero. Pese a su interés en cantar, nunca le dieron la oportunidad en ese momento.
En 1952 debió dejarlo todo para formar parte del ejército de Estados Unidos, pero fue licenciado por su deficiencia en inglés, idioma que siempre se negó a aprender. A su regreso a la Isla, Cortijo le consiguió trabajo con la Orquesta Panamericana de Lito Peña, con quien grabó su primer histórico tema: «El Charlatán»; luego también consolidó «La Vieja en Camisa» y «La Sazón de Abuela». Con «El Charlatán» se dio a conocer en todos los rincones de la Isla, y posteriormente consiguió la fama internacional. Entre presentación y presentación, Maelo salía de «El Escambrón» y se iba a descargar con su amigo Rafael Cortijo en el «Black Magic» de Miramar.
Un incidente de faldas precipitó su salida de la Orquesta Panamericana y Lito le pidió que no cantara ese día en el programa radial de la orquesta. Pero Ismael decidió no cantar con la orquesta ése ni el resto de sus días. Ésto, lo llevó a juntarse definitivamente con su alter ego Rafael Cortijo, con quien grabaría 17 discos, todos reales joyas del sentir caribeño.
Con el «Combo de Cortijo» fue vocalista de gran cantidad de populares temas como «El Bombón de Elena», «Juan José», «Besitos de Coco», «Palo Que Tú Me Das», «Quítate De la vía Perico», «Oriza», «El Chivo de La Campana», «El Yoyo», «María Teresa», «Yo Soy Del Campo», «Carnaval», «Mañana Es Domingo», «Bomba Carambomba» entre muchos más que hoy, aún hoy, continúan siendo temas infaltables en la musicalidad antillana y caribeña, logrando lo impensado a finales de los 50: la bomba y plena, manifestaciones folklóricas afroboricuas, procedentes de los descendientes de los esclavos africanos y gestados en los más humildes arrabales puertorriqueños, logran introducirse en los más reclamados y exclusivos salones de baile, en la radio, la naciente televisión y hasta en el cine, llegando a ser un referente sociopolítico muy importante dentro de la evolución histórica de la sociedad de Puerto Rico.
En 1959, Ismael participó junto a Cortijo y su Combo en la película «Calipso», una producción italo-francesa dirigida por Franco Rossi, con el famoso Harry Belafonte, algo fantástico, impensado para la sociedad puertorriqueña de esos años.
Maelo simbolizó en Puerto Rico, junto con los peloteros Roberto Clemente, Orlando “Peruchín” Cepeda y los jinetes Júnior Cordero, Eduardo Belmonte el comienzo del triunfo de los descalzados, del éxito de los hambrientos, de los segregados social, racial y culturalmente. Fue el primer negro que actuó en la televisión puertorriqueña como estrella, asimismo, trabajó en películas y musicales siempre con esa humildad que le brotaba por los poros y con ese don de gente que lo hacía bienquerido.
En marzo de 1962, Maelo es separado de la sociedad y enviado a cumplir una sentencia de cuatro años en el programa carcelario de rehabilitación en Lexington, Kentucky, ya que había comprado unos alucinógenos en Panamá y al llegar a Puerto Rico, el Combo entero fue detenido.
El maravilloso Bobby Capó sintió como propio el encierro de Ismael y le compuso un número que llegaría a convertirse en himno de los reclusos: «Las Tumbas», inspirada en la prisión de Kentucky que tenía varias pisos bajo tierra.
Al salir de la cárcel, mientras su compadre Cortijo, que también había salido ya, reintegra a varios de sus músicos en su Combo , aunque la mayoría ya se había integrado al Gran Combo de Puerto Rico.
Maelo adelantó música con el percusionista Orlando Kako Marín, Tito Puente y su propia orquesta, Los Cachimbos, para tocar lo que realmente quería, lo que le gustaba. Desde la gran manzana, Maelo y los Cachimbos impactaron el panorama musical con sus grabaciones «La Controversia» y «La Soledad», y posteriormente «Dime Por Qué» y varios clásicos más.
Otros éxitos con Los Cachimbos fueron «San Miguel Arcángel», «La Manía de tu Mujer», «Maña, Maña» y el bolero de serenata «Hasta Mañana».
También grabó con la Fania All Stars cuando sus dueños Jerry Masucci y Johny Pacheco compraron el sello Tico Alegre y lograron capturar a una serie de músicos rebeldes. En 1979 fue el artista mejor pagado por esa casa disquera, solo superado por Celia Cruz. Su versión del clásico del Son Cubano «Bilongo» impreso en el disco «Latin Connection» con Fania All Stars, es de antología.
En agosto de 1974 hubo un histórico reencuentro en el Coliseo Roberto Clemente, entre Cortijo e Ismael y los exintegrantes de su banda. En este evento se interpretaron temas como «Ellos Se Juntan», de Kito Vélez y Sammy Ayala; una nueva versión de «Perico», de Juan Hernández; «Perfume de Rosa», de Rafael Ortiz entre otros.
La muerte de su compadre Rafael Cortijo el día de su cumpleaños lo afectó, al extremo de perder la voz, pese a que atesoraba la esperanza de recuperarla para cantar en un homenaje que le preparaban los familiares y amigos de Cortijo en el Coliseo Roberto Clemente.
Pocos días antes del evento, el 13 de mayo de 1987 a los 55 años de edad mientras descansaba en su casa en la calle Calma de Villa Palmera, en compañía de su madre y de su hijo, a las 5:33 de la tarde fallece como consecuencia de un infarto.
Ismael Rivera desarrolló un estilo único de «soneo» mediante el cual rompía con la clave para poder acomodar más versos pero lo hacía de una forma que luego de romper la clave, se reintegraba a la misma sin perder el compás. Además, su acentuación, o lo que llaman cadencia, combinación de ritmo y voz, hacía sonar en muchas ocasiones su voz como si fuera un instrumento.
Artistas como Cheo Feliciano, Rubén Blades y Héctor Lavoe han admitido tener influencia directa del Sonero Mayor. En la actualidad, soneros más contemporáneos como Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle han mencionado a Ismael Rivera como una gran influencia en su estilo de cantar.
Tuve la maravillosa suerte de verle en vivo en su última visita a Venezuela, en un concierto que dio en el Terminal de Pasajeros de La Guaira al cual fui con parte de los salseros de la universidad en la que estudié. Aquello fue fantástico.
Al inicio, su voz sonó débil, pero hacia la mitad de su segundo tema, arrancó la rumba que duró durante un buen rato. Jamás olvidaré cuando interpretó «Las Caras Lindas» (el disco acababa prácticamente de salir), eso fue una liturgia. El silencio me recordó una misa sacra en vez de un concierto de Salsa Dura. Todos los allí presentes enmudecimos y solo observamos la fantástica actuación de Ismael Rivera, El Sonero Mayor. Al terminar esa canción, todavía el silencio perduró unos cuantos segundos hasta que el aplauso y la gritería se desbordaron.
Lil Rodríguez (1.997) expresó: «Y él que creía que solito iba a estar cuando muriera… los que nos quedamos solos fuimos nosotros, sus melómanos confesos, que aprendimos de él la irreverencia, la altanería, asociada a la raza, la altivez como sinónimo de dolor, y de sabor». (En: Bailando en la casa del trompo. p. 112)
¡ECUAJEY!