Por: José Antonio Aguirregomezcorta
Corrían los primeros años de la década de los setenta, cuando apurado siempre llegaba de la Escuela Primaria “Agustín Zamora Quintana” para escuchar a César Miguel Rondón en su programa “Montuno y Guaguancó” a través de la Radio Nacional.
Un día me retardé unos minutos más de lo normal y cuando encendí la radio, lo que escuché me dejó atónito: “Adoración, eres tú mi Adoración”… Nunca antes un sonido similar había sido escuchado por mis oídos.
Al terminar la pieza, Cesar Miguel indicó que el programa de ese día iba a ser exclusivamente con “El Sapo” Eddie Palmieri. Desde entonces, ese nombre y ese apellido ha formado parte de mi existencia musical.
Muchos años después, se cumplió uno de mis sueños cuando como marco de uno de los Festivales Internacionales de Teatro (el que se organizó en honor de Carlos Giménez) se presentaron en el Poliedro Eddie Palmieri e Ismael Quintana donde a varios match de velocidad dictaron una clase magistral de buena música, acompañados de Juan Torres, Brian Lychn y Charlie Sepúlveda en las trompetas, Jimmy Bosch en el trombón, Donald Harrison en el saxofón, Ricardo “Richie” Flores en las congas, Paoli Mejías en el bongó, José Clausell en el timbal y Johnny Torres en el bajo. Pero el inicio de la historia fue mucho antes…
Hacia el inicio de los 1830, un barco llevó a dos hermanos desde la ciudad de Florencia a la hermosísima isla de Puerto Rico; llegaron escapando de la pobreza y el hambre. Varios años después tenían una hacienda, llamada «Hacienda Amelia» que tenía un acre de extensión. Uno de ellos fue Domingo Palmieri. Cuando este fallece, la mayoría de su familia regresó a Italia, pero uno de sus hijos, Carlos, se quedó ya que estaba prendido de la futura Doña Teresa, quien en 1925 viajó sola a New York; un par de meses después, Carlos llegó a la ciudad de los rascacielos buscando a su compañera.
En 1926 se casaron, y en 1927 nació Carlos Manuel Palmieri Jr., Charlie en un futuro. Mientras que Eduardo Palmieri, Eddie; nació tal día como hoy 15 de diciembre de 1936 en el Beth David Hospital de Mannhattan, sector de New York en donde vivió hasta los 5 años de edad cuando se mudaron al South Bronx, donde habitó hasta su matrimonio en 1956.
Creció en un ambiente musical, ya que a los 8 años cantaba en los encuentros familiares con el acompañamiento de Charlie en el piano. En su cumpleaños 13, su hermano mayor le regaló un piano, y comenzó sus primeras lecciones serias del instrumento con la señora Margaret Bonds, quién daba sus clases en el edificio del famoso teatro de Broadway Carnegie Hall.
Allí comenzó a estudiar piano clásico: Beethoven, Schubert, y al poco tiempo ya estaba capacitado para dar recitales de Bach; aunque su pasión principal por entonces eran los timbales y la batería.
Al año siguiente formó parte de la primera banda de música bailable en la que se encontraba el timbalero Orlando Marín “Kako” (famoso por su inclusión en las descargas de la Alegre All Stars y por haber acompañado a Ismael Rivera en el disco «Lo Último de la Avenida») y el cantante Joe Quijano.
Hacia 1955 se hizo profesional con la orquesta del bajista Johnny Seguí, pasó a la orquesta de Vicentico Valdés – el recordado Mr. Babalú – donde aprendió las diferentes variaciones de la música cubana; seguidamente se enroló con su ídolo Tito Puente sustituyendo a su hermano Charlie quien formó su recordada charanga y luego entró a la banda del otro gigante: Tito Rodríguez desde 1958 hasta 1960, donde conoció a quien seria su alter ego: Ismael Quintana.
Quintana fue invitado a realizar una audición para encontrar el sustituto en los coros de Cheo Feliciano, por entonces con algunos inconvenientes disciplinarios. Aquello fue una pantomima para obligar a que Cheo mejorara su conducta, pero Eddie, quien ya pensaba en formar su orquesta, lo seleccionó como tal.
Al dejar la organización de Tito Rodríguez su hermano lo tildó de “loco”, ya que pensaba que necesitaba más experiencia para ser líder de una agrupación.
Los primeros tiempos fueron duros; tocó en cumpleaños, funerales, bautizos, matrimonios,… hasta que en 1961 formó la inolvidable «La Perfecta» con Ismael Quintana en las voz principal, Tomás López en las congas, el virtuoso Manny Oquendo (después director del Folklórico Nuevayorkino y el Conjunto Libre) en los timbales y el bongó; George Castro en la flauta, el inmortal Barry Rodgers – quién lo introdujo al mundo del Jazz – y José Rodríguez en los trombones.
Esta innovadora formación rompió con los esquemas de entonces, influenciados por tres tipos de orquestaciones:
1. El Big Band Latino, con 4 saxos, 4 trompetas principalmente, y en ocasiones muy extrañas uno o máximo dos trombones;
2. El denominado Conjunto ideado por el “Ciego Maravilloso” Arsenio Rodríguez. A este tipo de agrupación también se le denomina Sonora, formada por la combinación de al menos 2 trompetas, y;
3. Las Charangas con violines, violas, a veces los violoncelos y la flauta. Este tipo de formación orquestal es derivada directa de las charangas francesas que entraron en Cuba a mediados del siglo XIX, y que evolucionaron en las danzoneras.
En todos estos formatos el sonido que se produce es muy dulce, muy armónico; mientras que la cacofonía de «La Perfecta» era agrio, muy brioso, estridente, irreverente; de igual manera, Eddie hizo mucho hincapié en la fortaleza rítmica de la percusión.
Otro elemento que introdujo fue lo que en el jazz se denomina «Piano Like Percussion». Este estilo de “golpear las teclas como si de tambores se tratasen” es muy común en el Jazz, Gospel y el Blues, pero hasta entonces nadie había hecho lo mismo dentro de las producciones caribeñas cuyos pianistas seguían los criterios de Luís Martínez Griñán «Lilí», el fantástico pianista de la Orquesta Sinfónica de Santiago de Cuba, que es considerado el patriarca del montuno en el piano.
La reproducción en el piano del golpe de las congas y los timbales, repitiéndolos uno tras otro, redundando el montuno cubano dentro de las canciones que interpretaban fue denominado «Montuneo», que se interpreta cuando el sonero está improvisando entre coro y coro o cuando los instrumentos – principalmente los de percusión – realizan un solo.
En el mismo orden de ideas, Eddie rompió con la conformación de “los 3 minutos” de grabación. Este lapso de tiempo era el que imponían las disqueras a los interpretes en sus grabaciones, ya que era el espacio que se podía almacenar a los desaparecidos discos de 45 rpm. A este hecho ayudó la mejora de las tecnologías de grabación.
Al margen de esto, en 1965 inicia sus estudios de Jazz con uno de los grandes maestros de este arte: Bob Bianco; de quién comienza a estudiar a los grandes como Oscar Peterson, Bud Powell, Bill Evans y sobre todo el máximo exponente de piano Be Bop: Thelonius Monk, de quien asimiló muchísimo de lo que ejecuta aún hoy en dia.
Asimismo, tres años después ingresa en La Perfecta el trompetista cubano Alfredo “Chocolate” Armenteros, que provenía de muy interesantes estadías con las bandas del mencionado Arsenio Rodríguez, Felix Chapotín, Miguelito Cuní y Beny Moré.
Con el arribo de “Chocolate”, nuevamente Eddie establece en 1967 lo que fue el formato clásico de una banda de salsa en los 70 y hasta hoy en día: 2 trombones, 2 trompetas, percusión completa, bajo y piano. Esto se ve muy normal hoy en día, pero en esos años fue toda una creación.
Ya en los 70, Eddie incluye en su orquesta a un saxofonista – el jazzista Ronnie Cuber – dando un nuevo viraje en las orquestaciones de salsa. La conformación era instrumentalmente similar a los Big Band; pero eran en un número menor, nunca mas de 5 metales.
Por ejemplo: en el disco Sentido (el último que grabara íntegramente con Quintana) el trabajo del saxo barítono es extraordinario, manteniendo los compases irrefrenablemente de 4 en los respectivos mambos y de 2 en las moñas, a la vez que las trompetas realizan sus largos solos a altísimos registros que elevan la cadencia y la exigencia de los músicos al interpretarla.
En otro orden de ideas, Eddie Palmieri ha ganado 10 premios American Grammy, y de igual forma, es Doctor en Música de la Universidad de Berkley, y posee otro Doctorado Honoris Causa de Julliard School of Music.
Entre los músicos que tuvieron influencia en Palmieri se encuentran su hermano Charlie, Jesús López, Chapotín, Lili Martínez y otros músicos cubanos de los años 40, además de las figuras más importantes del Jazz como: Art Tatum, Bobby Timmons, Bill Evans, Horace Silver, Bud Powell, McCoy Tyner, su influencia más directa Thelonius Monk, Herbie Hancock y Miles Davis.
Estas influencias se complementaron con su incansable esfuerzo para estudiar las raíces de su familia y buscar los orígenes de la música que tanto lo inspiraba Esto lo explica cuando declaró en el disco Palmas:
«En Cuba, hubo un desarrollo y una cristalización de ejemplares ritmos que han animado al público por años. La música cubana proporciona los fundamentos en los que yo siempre me rijo. Lo que se vaya a crear tiene que partir de esas bases. El intercambio cultural es lo que hace que la música sea magnífica».
Su excelente interpretación de los ritmos afrocaribeños y su asimilación al jazz son evidentes en sus astutas composiciones y arreglos, que unen ingredientes de ambos géneros produciendo temas indiscutiblemente excelentes.
Ha sido, igualmente, mentor de una enorme cantidad de músicos y cantantes. Los pianistas Oscar Hernández y Ricardo González; los congueros, Eladio Pérez, Giovanni “Mañenguito” Hidalgo, Ricardo “Richie” Flores; los bongoseros Tomas “Chuckie” López, Paoli Mejías y Anthony Carrillo. Los timbaleros Nicolás “Nicky” Marrero, Charlie Sierra, Jimmy Delgado y José Clausell. Los saxofonistas Ronnie Cuber y Héctor Veneros.
Los trompetistas Charlie Sepúlveda, Juan Torres, Los trombonistas Juan Pablo Torres, Víctor Candelario y Jimmy Bosch; los bajistas Andy González y Johnny Torres, amén de los cantantes Cheo Feliciano, Luis Vergara, Cheo Quiñones, Ismael Quintana, Lalo Rodríguez, Linda Caballero, mejor conocida como La India de quién fue descubridor, mentor y con quién grabó su primer disco y últimamente el ex cantante del Conjunto Libre, Hermann Olivera.
De igual forma por sus diferentes agrupaciones han desfilado músicos de la talla de Israel “Cachao” López, Barry Rodgers, Cal Tjader, Alfredo de la Fe, el mítico Francisco Agüabella, Bobby Rodríguez, Polito Huertas, Raimundo “Ray” Maldonado (hermano de Ricardo Ray), Charlie Cotto y un sin fin de maestros más.
Escuchar una interpretación de Eddie Palmieri en el piano es una aventura indescriptible, es adentrarse en los parajes más inimaginarios de la música; sus solos; “espaciales”, en donde deja correr el ritmo de la orquesta mientras el improvisa sus muy sincopados acordes, hacen que el oyente se impaciente en la espera de los próximos sonidos que sorprenden muy agradablemente uno tras otro.
Oír una de sus grabaciones resulta uno de los placeres más grandes que tiene la vida, nunca dejan de mostrar aspectos nuevos, aunque se hayan escuchado miles de veces, la capacidad rítmica y tímbrica de sus arreglos son inconfundibles, espléndidos.
El encontrarse con una nueva grabación llena de mucha ansiedad, la cual se calma después de escucharla en unas 4 o 5 ocasiones, pasando a formar parte predilecta de toda colección.
Su carrera musical como director de orquestas de Salsa y Jazz abarca más de 5 décadas. Su talento le ha dado la oportunidad de deleitar a audiencias en toda Europa, Japón y América Latina, destacando su estilo incomparable acompañado de un grupo de extraordinarios músicos.
Su voluminosa discografía incluye más de 90 grabaciones. En 1988 el Instituto Smithsonian grabó y documentó dos presentaciones de Palmieri para su catálogo del Museo de Historia Americana en Washington, D.C., un honor otorgado a muy pocos artistas latinos.
El Heineken Jazz Festival de 1998 en San Juan, P.R. galardonó sus contribuciones a la música como director de orquesta. En 1991 recibió el Eubie Blake Award, el mismo que se lo entregó el renombrado Billy Taylor.
Palmieri es uno de los pocos músicos latinos que ha sido reconocido por la asamblea de Puerto Rico y la asamblea del estado de New York. El también sirvió como consejero en el álbum de Paul Simon que se grabó en 1990 titulado Rhythm of the Saints.
En los últimos años, Eddie Palmieri se ha dedicado al Latinjazz, en parte por el enorme mercado que se ha abierto internacionalmente a este género del Jazz; por el inmenso nombre que posee, su calidad y sus cualidades interpretativas, como líder de orquesta, compositor, arreglista y didacta de las nuevas generaciones y por otra, debido a la letanía que está sumergida la actual salsa, donde el facilismo interpretativo, en los arreglos, las monotemáticas líricas de las canciones (nunca abandonan el tema amoroso, el cual es tratado con muy escasa inteligencia), lo repetitivo de las estructuras tímbricas tanto del sonido orquestal como de la eufonía en la voz de los cantantes, que impide en muchas ocasiones reconocer a los pseudoartistas que pululan por miles.
Palmieri pertenece a esa estirpe, linaje, a esa casta de artistas únicos, irrepetibles, inimitables, que marcan historia, que forman discípulos que de una u otra forma continúan su obra. Es de esas personas inquietas, inconformes que se niegan a seguir patrones desleales, protervos, alejados de la cualidades óptimas, y que sobre todo, luchan por su individualismo y trabajan para alcanzar los elevados niveles al que llegan. Gracias Eddie Palmieri por obsequiarnos tu magnífico y cautivador arte.