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 Este año son las elecciones en Venezuela

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¡Feliz Año amigos lectores!

Este año, según el texto constitucional, debería haber elecciones en Venezuela. Dicho con objetividad, es un evento político rutinario en otras latitudes, aún sin negar su siempre presente importancia en cualquier país, pero que aquí en la patria de Bolívar, país rico, genera por estos días, gran preocupación y hasta angustia.

Porque no es solo el ejercicio de la alternabilidad en el poder, sino la esperanza de vivir humanamente lo que está en juego, para la inmensa mayoría de los habitantes de esta tierra hermosa.

A estas alturas, también deberían estar bien definidas las acciones a tomar en el campo de la oposición para alcanzar el bienestar nacional, así como el trabajo a realizar.

 Si se hace como corresponde, es árduo y extenso, si es que se desea de verdad, como se repite en todas partes, como un clamor, “cambiar el actual régimen político y lograr una vida humana” y tal como también se pidió en casi todos los hogares en diciembre, dramáticamente, a los visitantes celestiales y  hasta a los tres Reyes Magos.

¿Qué se necesita para obtener esta meta? En la actual situación y aún a despecho de mucho iluso que cree que casi todo está resuelto, se requiere satisfacer varias demandas. Resaltemos tres.

La primera es que se necesita una organización bien estructurada, disciplinada y eficaz para alcanzar aquel fin.

Una coalición que garantice una plataforma funcional, ágil, sin carencias, que va a apoyar sin ambages, a la candidata o candidato único y que, entre otras muchas cosas, provea de testigos seguros, probados, leales, en las mesas de votación para vigilar contra irregularidades.

Aquí, hablando de plataforma funcional, efectiva, me viene a la memoria como propio de una candidatura formal, que en los primeros años de la democracia puntofijista, los candidatos sensatos, con opción de triunfo (sus partidos políticos), repartían unas separatas encartadas en los diarios, donde se resumía el texto con el Programa de Gobierno del postulante y su mensaje breve al electorado. Como debe ser.

Después, cuando las campañas electorales se convirtieron en “quítate tú que me toca a mí” y se fue degenerando el auténtico juego democrático, se olvidó algo tan consubstancial con él y que, hasta los textos de Ciencia Política breve señalan.

Se evitó en los últimos tiempos de aquella época, el compromiso con la gente y se recurrió a eslóganes y estribillos musicales pegajosos, pero sin mensaje. 

La segunda demanda, a no dudarlo, es que haya un pretendiente de consenso, que sea el único con peso específico, para salir victorioso en la contienda electoral, porque goza del total respaldo del altísimo porcentaje de los venezolanos electores que están ubicados en la oposición. Esta es la única opción. No hay otra viable.

Me refiero a un aspirante que no sea sólo el abanderado de un sector, por muy amplia que sea la franja electoral que se le atribuya.

Para lograr la nominación “blindada” de ese candidato (o candidata), es imprescindible que este, desde ya, negocie con los que, teniendo potencial significativo de intención del voto en otra franja, pero que renunciaron desde el comienzo a contarse en la primarias por las razones que dieron para no hacerlo y además declararon que irían directamente y con nombre propio, a las elecciones presidenciales.

Entre ellos, algunos que han hecho y vienen haciendo, soterrado pero efectivo, un trabajo de campo en función de un programa de gobierno definido.

Porque no se trata solo de simpatías por una persona. El carisma, quien pretenda atribuírselo, no es hoy suficiente, aunque reconozco que tal atributo ayuda…

Creo que conviene en esta parte de este trabajo breve, recordar lo que he dicho en varias crónicas de tiempos pretéritos y que los hechos tercamente han ratificado: la forma de hacer política en Latinoamérica y Venezuela no es la excepción, no son promesas al aire, casi al voleo, algunas con mensajes de revancha, sin concretar cuáles son los ofrecimientos y si son creíbles o no. Aunque no lo parezca.

Porque si el candidato o candidata que teniendo o pretendiendo tener, un alto porcentaje de aceptación del voto, no actúa como lo demanda la situación eleccionaria del momento, pierde las elecciones aun en el mejor escenario favorable a su candidatura. Y después que “el ojo está afuera, no vale Santa María”, dice el refrán popular.

En el momento presente, ningún candidato, o candidata, incluido el que escoja el PSUV, cualquiera sea, tiene el triunfo asegurado. Ninguno.

¿Y el tercer requerimiento? Es que ese pretendiente, para que resulte victorioso, no debe verse como una amenaza para ninguna institución o grupo alguno, excepto para los violadores de los DD.HH. que indefectiblemente, como en otros países de aquí, de Latinoamérica, irán en su momento a la cárcel, previo juicio en los términos o condiciones garantistas que bien señala el artículo 49 de la Constitución vigente.

Una cosa es la presencia de ánimo de un nuevo presidente o presidenta (ojalá) y otra una actitud vociferante e intransigente.

Vivo, en el recuerdo, tengo el texto de un autor italiano que leía en estos días y que me pareció aplicable como anillo al dedo, a nuestra angustiante situación y que reduzco e interpreto al decir que: es tarea difícil de superar una situación política impregnada de una gran anomia social y peor aún si sus dirigentes, gobernantes o no, no terminan de deponer intereses grupales y hasta individuales porque no comprenden o “no quieren comprender” qué sucede…

Att. Grupo Observador Electoral Venezuela

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