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CRONICAS DESDE MIAMI
Por: Alexis Ortiz
Como personajes del italiano Pirandello en busca de autor, nuestros ciudadanos se aferran al dislate histórico de andar en pos de un redentor político, un salvador de la patria, de una figura mesiánica que los libere de la responsabilidad de actuar ellos mismos, para resolver sus propios problemas.
Tal se explica por nuestra cultura populista, paternalista, que lo espera todo del caudillo y del estado, que promueve la irresponsabilidad social, la dependencia de la gente del gobierno para que sean obedientes, que la convence de que es víctima (de los ricos, del imperialismo, de los conquistadores del pasado…), que les dice que para tener derechos no es necesario tener deberes.
Pero ese mesías de aureola salvacionista no es líder sino un caudillo. Es decir un ente autoritario, represivo, acaparador de poder, explotador de rabias colectivas y promotor de agitación y vandalismo, manipulador de las cándidas ilusiones de las masas.
El líder al contrario, trata de abanderar un proyecto histórico de cambio en paz y democracia, entiende la necesidad del liderazgo colectivo, de la participación popular en las tareas de mejoramiento de la convivencia ciudadana, del respeto a las posiciones del adversario, del debate pacífico como método de avance social.
En fin, el caudillo, demagógico, estridente y opresivo, representa una ambición de poder (sin límites y sin tiempo). El líder, sincero, sereno y servidor, trata de encarnar unas ideas, un programa, una visión de futuro sin afanes continuistas.
Por eso proclamamos que nuestros países americanos no deben fatigarse en busca de un caudillo, ni siquiera de un solo líder, la sociedad funciona y prospera en la medida en que se desarrollen miles, cientos de miles de líderes, protagonistas de su propia historia, empeñados en defender un programa, de salvación nacional en Venezuela.
@alexisortizb
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