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El más grande de los olvidados: Arsenio Rodríguez

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por: José Antonio Aguirregómezcorta G.

Hacia el inicio de la década de los 70  arrancó lo que César Miguel Rondón denominó “El Boom de la Salsa”, la cual tiene su basamento esencial en: 1. El Son, originario en el Oriente cubano; 2. El Montuno, de las regiones campesinas de la mayor de las Antillas; 3. Los tres géneros de la Rumba: la Columbia, el Guaguancó, y el Yambú; aparecidas según, principalmente en Matanzas, a 45 minutos de La Habana, y 4. Mucho Jazz norteamericano.

Pero antaño de producirse este mestizaje en New York City, en Cuba, más de 30 años atrás, un nieto de esclavos congoleses, ciego, con muy pocos, exiguos y rudimentarios conocimientos formales y teóricos acerca de la música, realizó las modificaciones estructurales y armónicas más importantes hechas hasta nuestros días dentro de la musicalidad afrocaribeña. Compuso más de doscientas canciones una más famosa que la otra. Fue Ignacio Loyola Rodríguez (su verdadero nombre) quién desmontó todos los patrones existentes en la música cubana, para erigir otros que aún, dentro de las corrientes actuales, se mantienen.

Arsenio nació el 30 de agosto de 1.911 en Güira de Macurije al occidente de Cuba cerca de Matanzas. Su ceguera tiene dos versiones: una de ellas expresa que nació ya invidente; la segunda, las más folklórica, señala que perdió la visión entre los 8 y los 13 años de edad cuando un asno le pateó la cara. Es probable que la realidad nunca se conozca al respecto. Aparte de lo mencionado, es muy poco lo que se sabe de su niñez. Se presume que en estos años aprendió a tocar los disímiles instrumentos en los que aplicaba, como el contrabajo, diversos tambores africanos (el Djuká y el Arará) y sobre todo el Tres (especie de guitarra cubana derivada del Laúd) ; con el cual logró la fama internacional. Se dice que sus influencias en este avío fueron Nene Malfugas, Isaac Oviedo y Eliseo Silviera.

En su adolescencia comenzó a trabajar en el Sexteto Boston y en 1937 se enroló con la banda del trompetista José Interain. En este mismo año, Miguelito Valdéz (el recordado Mr. Babalú) formaba parte de la famosa Orquesta Casino de la Playa, y ellos fueron quienes le grabaron sus primeras composiciones: “Bruca Manigua”, “Ven acá Tomas” y “Funfuñando”.

Durante estos años. el formato establecido por Ignacio Piñeiro para interpretar el Son era el del Septeto, el cual consistía en un trompetista. un guitarrista, el contrabajo, los bongós. el tresista, las maracas y la clave, con dos o tres cantantes. La conformación estuvo casi imperecedera hasta que en 1940 Arsenio introdujo en su agrupación a un conguero: su hermano Quique quien a la vez le servía de lazarillo. Dicen que el hecho fue fortuito. ya que Arsenio se vio en la necesidad de hacer esto debido a que cuando terminaban los bailes a altas horas de la madrugada, los músicos de su banda se iban de los clubes, dejándolo abandonado a su suerte hasta el siguiente día, que era cuando a su hermano u otra persona se le ocurría preguntar por él y buscarlo.

La aparición de las congas en los conjuntos de Son fue todo un advenimiento. Hasta entonces los “tambores de barril” (su original nombre) eran usados fundamentalmente para la rumba o en liturgias religiosas de ascendencia africana, pero su sonido seco, rítmico, exquisito, acompasado, reforzador de la cadencia del contrabajo; sorprendió abruptamente en el oído de los cubanos de entonces, quienes sin la menor duda lo aceptaron. De igual forma, Arsenio tuvo una idea descabellada para la época. Le integró a su organización un piano, dos trompetas más con lo que inventó los Conjuntos o Las Sonoras. Asimismo, al Son le adicionó el Montuno, formando lo que se conoció como Son Montuno.

El Son viene a ser la lírica de la canción, es decir; cuando el interprete canta el cuerpo, la letra del cántico. Por lo general narra historias populares, coloquiales, explicando lo que el compositor veía a su alrededor. El Montuno por su parte, son primordialmente estribillos cortos en forma de coros, que dejan entre 2, 4 u 8 compases abiertos para que los cantantes interpreten en forma de prosa las ideas que se les ocurran. Hasta ese entonces, el Son era una cosa y el Montuno era otra. Esta conjugación de elementos trajo como consecuencia la aparición de los solos de piano, Tres, congas, bongós y de trompeta. y, posteriormente, el nacimiento del Mambo.

Otra innovación fue la adaptación del guaguancó al formato de las orquestas y conjuntos. El Guaguancó es un baile cubano, caracterizado por ser totalmente percusivo, acompañado por palmas y voces. Se interpreta generalmente con 3 juegos de congas, manteniendo el típico formato africano de los tres golpes diferentes sincronizados simultáneamente. Esta característica se consigue también en los ritmos afrovenezolanos.

El Son es típicamente cubano, pero Arsenio lo “africanizó”, moldeando la configuración existente de los principios de la Salsa:

El Son, cuando el cantante describe la letra de la canción; El Montuno, cuando se escuchan los diferentes coros  y el intérprete improvisa en los espacios dejados por el estribillo; y El Mambo, cuando los instrumentos de viento intervienen con su sonoridad.

Este patrón tan común hoy día, fue inventado por “El Ciego Maravilloso” Arsenio Rodríguez en 1940, ayudado por los cantantes Miguelito Cuní, Marcelino Guerra y René Scull: los trompetistas Félix Chappotin, Alfredo “Chocolate” Armenteros y Jorge Varona, el bajista Israel “Cachao” López y sobre todo el pianista de la Orquesta Sinfónica de Santiago de Cuba Luis Martínez Griñán “Lilí”. quién dio la estructura armónica y los arreglos necesarios a todas sus ideas. La mayor importancia de “Lilí” dentro de la música caribeña radica en que fue la primera persona en ocurrírsele realizar los comunes solos de piano en la eufonía del Caribe; antes que Lili, a nadie se le había ocurrido en medio de un Son soltar unas notas improvisadas en el piano. De él se copiaron todos los demás pianistas del Caribe: los hermanos Palmieri, Papo Lucca, Jesús “Chucho” Valdéz, Gonzalo Rubalcaba, Rubén Rodríguez, etc.

En 1953 viajó a New York con dos finalidades; la primera para intercambiar con el flamante movimiento latino que tenía su génesis en La Gran Manzana; y la segunda fue motivada por el rumor de que mediante una operación podría recuperar la vista. En realidad lo único que cumplió fue la primera idea. Su arribo a New York fue espectacular entre los músicos para quienes era casi un Dios; pero el público corriente estaba pendiente de los sonidos más jazzeados de Tito Rodríguez, Tito Puente, Frank Grillo “Machito” entre otros, prestándole una regular atención.

De todas formas comenzó a grabar en Estados Unidos y el concepto de su orquesta nuevamente lo varió: le agregó un timbal y un flautista; en ocasiones también se dejaba escuchar un saxofón. Estas impresiones marcaron hitos dentro la musicalidad latina en Norteamérica, sobre todo la que realizara en 1960 “Quindembo” un nuevo experimento innovador en la que combinó elementos del Son Montuno cubano, la religiosidad africana del “Palo Monte” o “Palo Congo” con el Jazz. “Quindembo” es una palabra congolesa que significa “que mezcla muchas cosas”.

Otra de las formas que asentó Arsenio fue el Mambo, a través de su mencionado bajista Cachao, quien conjuntamente con su hermano Orestes experimentaron en la repetición consecutiva y sincopada de notas, en los espacios adecuados a 2, 4 u 8 compases. Cuentan que durante los bailes se le escuchaba a Cachao decirle a la sección de trompetas: “Vámonos al mambo” mientras que “Lili” repetía las mismas notas con su piano en el montuno. Esta técnica fue perfeccionada posteriormente por Eddie Palmieri, mientras que el mambo lo internacionalizó otro cubano: Dámaso Pérez Prado.

Igualmente, la incorporación de cualquiera de las canciones de Arsenio en el repertorio de la gran mayoría de las orquestas de Salsa es total; por ejemplo: La Sonora Ponceña: “Fuego en el 23” y “Camina y prende el fogón”; Eddie Palmieri : “Cachito pa’huelé”, “Si las nenas me quieren, qué” y “Oiga mi guaguancó”; Irakere: “El Güayo de Catalina” y “De una manera espantosa”; Larry Harlow: “La cartera”, “Dudumbanza”, “Popó pa’mí” entre otras. En general también se recuerdan: “Buena Vista en guaguancó”, “Llora timbero” “Mulence”, “No me llores”, “Tumba y bongó” “Tintorera”; su inmortal bolero “La vida es un sueño” entra las más de 200 creaciones que realizó en vida; la cual finalizó el 31 de diciembre de 1971 en la ciudad de Los Ángeles, California, después de haber cambiando la música caribeña en tres o cuatro oportunidades.

Prof Jose Antonio Aguirregomezcorta

@joseba1962

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