por: José Gregorio Contreras
@josecontreras68
Estas líneas tienen el propósito de dar una respuesta politológica e histórica en un doble sentido: en primer lugar, a quienes tozudamente piensan que su ascensión al poder representa una suerte de consumación del estado o ideal paradisíaco y, por tanto, la culminación de las máximas aspiraciones humanas y de la historia, poseídos, sobre todo, por la idea de que la difusión de una ideología de la pobreza genera invariablemente una sociedad conformista y desmovilizada, un cuadro dantesco de cuerpos inertes solo superable por el exterminio total; y en segundo lugar, ya en el orden de las concreciones, también una respuesta al problema que representa el comportamiento político del venezolano a partir de los acontecimientos del 27 de febrero de 1989, entendido este como el momento en el que tuvo su máxima expresión de crisis este sistema político con claras y violentas manifestaciones de un descontento social acumulado por años con el estado de cosas existente, el cual debió interpretarse (pero no se hizo ni se ha hecho con posterioridad por quienes adversamos), como muestra fehaciente de que dicho sistema entró en crisis, requería (y más que nunca requiere hoy) de cambios incesantes en el perfeccionamiento de su esencia democrática.
El problema escogido para abordar los dos planteamientos anteriores, puede ser enunciado de forma simple. ¿Qué explica que la sociedad venezolana se mantenga firme en la actualidad, volcándose nuevamente a las calles en la búsqueda de un cambio y de un liderazgo que canalice esas aspiraciones, como se ha podido observar en las grandes manifestaciones de apoyo popular que se están dando a María Corina Machado en su recorrido por el país, a pesar de que los reclamos de cambios y las grandes expectativas que el pueblo venezolano expresó desde los acontecimientos del 27 de febrero de 1989 hasta la actualidad, en lugar de satisfacciones han generado grandes decepciones, frustraciones y una creciente inconformidad y calentura del clima político en las mayorías de estos sectores populares?
La constatación de este comportamiento nos obliga a hurgar en la historia de las ideas políticas con la finalidad de dar una adecuada e imparcial respuesta a un fenómeno político que todos observamos, y algunos (o muchos), preguntándose de forma escéptica hasta cuando en Venezuela las personas apuestan por nuevos liderazgos a pesar de todo lo trágico que se ha vivido en la historia reciente de este país.
Lo cierto es que, más allá de escepticismos u optimismos, la importancia del fenómeno político observado demanda trascender de su simple observación e intentar su estudio apelando al recurso que ofrece la historia de las ideas políticas, pues es desde la visión que permite esta perspectiva politológica que puede analizarse tal fenómeno con mayor agudeza en toda su significación para concluir y afirmar sin ningún tipo de reservas que la razón de ese comportamiento social y político yace en el hecho de que la sociedad venezolana desde ese entonces (reitero, desde el 27-F del año 1989), de forma incesante, se encuentra en la búsqueda de un cambio democrático que conjugue con los valores democráticos implícitos, eficiencia y honestidad en la gestión gubernamental, y esta forma incesante, continua e ininterrumpida, en la que estas líneas ponen el énfasis, se explica porque ese cambio prometido aún no se ha producido.
La historia de las ideas enseña que las ideas que se desarrollan en un determinado contexto continúan vivas y arraigan con nuevos significados en otros momentos, es lo que hoy se observa en el comportamiento de nuestra sociedad, cuando se analiza sin perderse de vista el punto de inflexión que significó el 27 de febrero del año 1989 en el período democrático de nuestro proceso histórico.
La sociedad civil que salió a manifestar a finales de la penúltima década del siglo pasado, lo hizo con claras motivaciones, gritando su rechazo contra la corrupción, el desempleo, el alto costo de la vida y la inseguridad, problemas que se han agravado en los actuales momentos, de tal modo, que los anteriores lucen como verdaderas minucias, comparados con lo que ahora se ve; a tal punto ha llegado la cosa que, por razones inconfesables, los escándalos brotan del subsuelo, como lo hizo en su oportunidad, después de un terremoto, el petróleo del pozo “Eureka” que emergió a la superficie por una grieta dejada por el movimiento telúrico y fue hallado el 12 de abril de1875 en “La Hacienda La Alquitrana” del estado Táchira; valga por pertinente la digresión de esta metáfora petrolera, que pareciera aplicar a una agenda política que luce impuesta y con calculados efectos políticos, para dejar apuntado, como un dato indiciario de su normalización, la forma en la cual salen solas a la superficie (por deber o necesidad), en momentos convenientes, tramas que no pudieron pasar desapercibidas por el lente de funcionarios contralores competentes y capaces de realizar elementales sumas algebraicas.
La incontestable verdad es que esas claras motivaciones que en el pasado movilizaron a las mayorías siguen hoy presentes y exponenciadas; de modo que ellas imponen establecer la importancia que tuvieron en el pasado y el hilo de continuidad para considerarlas como lucen en el presente, exageradamente redimensionadas y, para entender, la relevancia de someter a discusión la vigencia y, sobre todo, la revitalización de las razones para una acción colectiva continua y a gran escala, en la búsqueda de un liderazgo que de cauce democrático a estas demandas y, en lugar de algo parecido a aquel estallido social, reivindicado y celebrado por quienes han pretendido detener la historia predicando su final, tenga la misma, legitima y legal expresión en las urnas electorales y en un gobierno generado por votos limpios y transparentes, que además de los valores democráticos recupere la anhelada gobernanza.
Las voces políticas de ese pasado lejos de avocarse a la solución de estos problemas se montaron en la configuración de una narrativa que solo les permitió alcanzar el poder, desatendiendo las exigencias de interpretación de ese momento, excluyendo la consideración de su sentido histórico para el devenir de la república y las acciones consecuentes.
Nos toca a nosotros discernir el significado práctico que todavía parece preservar esos anhelos de cambios manifestados por nuestros conciudadanos. El trasfondo cultural de ese lenguaje político y su disputa nos revela lo que pude desprenderse de la historia con esa discordia aún no resuelta.
Entiendo por ello que estos argumentos tienen la virtud de dejar en evidencia la existencia de un problema inconcluso que no solo se ha mantenido, sino que se ha agravado y demanda de la valiente y sostenida persistencia de todos los emplazados a resolverlo; no puede sorprender y menos molestar a nadie que mi interés se una al de otros e inevitablemente, sin importar cuantas veces nos hayan fallado, construyamos una fuerza de cambio por agregación de intereses y, sobre todo, de valores democráticos y de libertad, poniéndola a la orden de una figura significativa como María Corina Machado que encarne esas aspiraciones y valores de cambio democrático; en estas condiciones de continuidad en el reclamo de deudas que no han sido honradas, más que lógico y necesario, ese fenómeno político de la participación incesante y revitalizada se presenta imparable, sencillamente indetenible, por más fuerzas en sentido contrario que se apliquen traspasará barrera y alcanzará sus objetivos, a lo sumo lograran poner obstáculos y ganar tiempo, pero nunca imponerse definitivamente y poner fin a esa continuidad que clama por la satisfacción de la felicidad de nuestros habitantes. (Diríase que, en este sentido la continuidad incesante se presenta como expresión política del movimiento natural de la vida de una sociedad que ha experimentado el bienestar de vivir en democracia y aspira alcanzarla cuando la ha perdido o mantenerla y perfeccionarla cuando la tiene). En esa terca obstaculización, por el contrario se agotarán y en esas condiciones de agotamiento (que supone a la vez agotamiento físico y de un modelo político, que ha hecho nueva crisis o no ha superado la anterior), tendrán que enfrentar a una fuerza incesante que siempre estará pendiente en la búsqueda de un desenlace, este predicamento es lo que vuelve a las calles de Venezuela nuevamente.
El esfuerzo de discernimiento de este anhelo de cambio aspirado por la sociedad venezolana, nos coloca en mejores condiciones para clarificar la naturaleza de esta actitud persistente. El reto que se ha impuesto desde aquel entonces, y en el que todavía se persiste, exige concebir un proyecto de país que pueda rendir cuenta del modo de vivir la infelicidad o la felicidad de nuestras vidas como algo evaluable. Este conflicto histórico está en curso y no puede ser eludido. Eso sería caer en el mismo error en el que incurrió la insensatez y la desmesura que adversamos. Es la interpretación que la sociedad hoy demanda y, por tanto, la acción que está exigiendo, poniendo la confianza, para discutir los términos de ese proceso de cambio en marcha, en el liderazgo de María Corina Machado.
Entender ese proceso histórico de búsqueda del cambio, iniciado el 27 de febrero de 1989, afecta de manera fundamental las posibilidades de resolver el problema planteado. Lo que implica tener presente los diversos modos de abordar y conceptualizar este proceso histórico.
Implica, por otra parte, reconocer que es expresión de esa perenne y sostenida búsqueda del cambio la construcción de un liderazgo dotado con suficiente consciencia y claridad histórica para entender su papel y comunicarlo a una comunidad política que ha sufrido desilusiones y experimenta en la actualidad el desamor por quienes le han traicionado, pero no por ello rendida y desesperanzada. Por el contrario, más que nunca en pie de lucha, revitalizada y retomando con mayor claridad los principios y valores que siempre han animado sus batallas. Y en esto, no responde la sociedad, a actos reflejos o espasmódicos sino a diáfanas representaciones o reconstrucciones que surgen de su memoria colectiva, en la definición de las líneas de acción, trasmitida desde ese momento favorable a un cambio, la cual, sin necesidad de específicas mediaciones subjetivas, busca expresarse con esos patrones de referencia, en el momento que aparece un adecuado contexto político para el resurgimiento de la lucha a la cabeza de un nuevo liderazgo.
Es esa memoria colectiva en la que habita la línea incesante del cambio democrático que conspira contra todo dique impuesto por ignaros que desconocen las lecciones que da la historia de las ideas políticas. El análisis de estas circunstancias, percibidas en una línea continua, evolutiva, incesante e indetenible en la procura de un cambio político cualitativo, con pretensiones de maximizar el logro de legítimas aspiraciones democráticas, permite explicar de manera fehaciente y contundente el fenómeno político de una creciente participación en el apoyo popular, que una inmensa mayoría de venezolanos hoy da a las propuestas y a la presencia de María Corina Machado, a pesar del largo camino de decepciones y frustraciones por el que se ha transitado a partir de ese punto crítico que representó el 27 de febrero del año 1989 y, también, la razón por la cual este liderazgo de hierro que se traduce en una sólida relación nueva y positiva con la sociedad del mundo de la vida, sintiente y pensante, se percibe como un liderazgo robusto que se afianza en una relación auténtica y recíproca, forjado como el acero, en aspiraciones y valores compartidos, verdaderas afinidades axiológicas y pragmáticas con la comunidad política liderada, y una lealtad resignificada con nuevas y necesarias connotaciones éticas; además, sin temores a reproches, caminando libremente por las calles de todos los lugares que María Corina ha visitado, consustanciado con todas las personas que corren a recibirle y saludarla, compenetrado y comprometido, en ascenso e irreversible.