El evento, organizado por el Carlos III y la reina consorte Camilla con el apoyo de los príncipes de Gales, Guillermo y Kate, sirve como un gesto de bienvenida formal a los invitados que se trasladaron a Londres para la coronación este sábado 6 de mayo.
Algunos de los que dijeron presente en el acto fueron los reyes de España, Felipe VI y Letizia, la princesa Beatriz de Holanda y su nieta Amalia, la princesa de Orange, el primer ministro británico, Rishi Sunak, y su esposa Akshata Murty, y la primera dama estadounidense Jill Biden, entre otros.
La entronización de Carlos III, que hoy acogerá la Abadía de Westminster siete décadas después de la de Isabel II, simboliza la permanencia de la casa real británica y supondrá una extraordinaria muestra de la estabilidad y la influencia global de la monarquía parlamentaria.
La coronación, cuyo costo asciende a 100 millones de libras contará con un dispositivo de seguridad más elevado que el del funeral de su madre -será la mayor operación policial en la historia de Reino Unido- y reunirá a un centenar de jefes de Estado o de gobierno y a una treintena de representantes de familias reales, entre ellos, los Reyes Felipe VI y Letizia.
Tras una vida esperando este momento, el Príncipe de Gales herederá un país sacudido por el Brexit y las crecientes tensiones territoriales en Irlanda del Norte y Escocia.
Carlos III afronta el reto de modernizar la institución que encabeza mediante una mayor transparencia y cercanía al pueblo, acorde con la exigencia de ejemplaridad en las monarquías parlamentarias.
En todo caso, su entronización será una exhibición de los atributos inherentes a esta forma de Estado. El protagonismo internacional del Reino Unido resulta indisociable del liderazgo, e incluso de la imagen de marca, de la Corona británica, que hoy ofrecerá a ojos del mundo un histórico ejercicio de reivindicación monárquica.
