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Con todos mis respetos

Si de verdad nos hubiésemos fijado menos en Jesús y más en lo que decía, sabríamos lo que transmitía cada vez que hacia un supuesto milagro.
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Por: Miguel Galindo Sánchez

 Una amiga corresponsal, creyente y practicante confesa, me lanzó muy amablemente por cierto, que en qué me basaba yo en la impostura de la Iglesia que tanto digo y repito en mis escritos.

Bueno, la verdad es que hay que trasegar muchas lecturas, soparse a muchos investigadores y sobre todo releer la Historia Sagrada que nos contaron en las escuelas y catequesis.

Yo sugiero empezar por el tocho Historia de la Cristiandad, de 1.300 páginas, de Diarmad Mac Culloch, por ejemplo, que es el más serio, conspicuo y y fidedigno…

Pero podemos trasladarnos al origen que los exégetas y ortodoxos afirman como el “encargo” de Jesús para la fundación de “su” Iglesia.

 Ese extraño y vidrioso pasaje del Evangelio de Juan en que nombra a Pedro cabeza de la misma. En un solo párrafo, el evangelista de turno despacha e introduce toda una castaña lingüística difícilmente digerible: Cita a Simón (nombre arameo), a Cephas (definición griega), y Petrus (traducción latina), de una sola tacada, como si estuviera enseñando a aquellos pobres tarugos en una academia de idiomas.

No es lógico ni de sentido común. Se nota demasiado que han existido transpolaciones en diferentes épocas para enfocarlo a un sentido tan teledirigido como manipulado (no se olviden que fueron escritos en griego sobre 200 años después de los acontecimientos).

Jesús llama por su nombre de pila, en arameo, claro, a aquél rudo seguidor suyo, Simón, para luego dirigirle el mote de cefas, piedra o cabeza dura, que es lo que realmente significa, por algo que aquél pescador no llegaba a entender.

El resto son elucubraciones posteriormente interpuestas, ya que Petrus es la latinización de Cefas, el mismísimo rusco, convertido en nombre propio por arte de birlibirloque.

En Mateo y Lucas se narra un rifirrafe entre Jesús y el camoto en que tras, muy enfadado, llamar el primero al segundo “Satanás, apártate de Mí”, de seguido le nombra piedra sobre la que edificar su iglesia, cosa altamente improbable tras el rapapolvo.

Era la época en que entre los más cercanos seguidores disputaban entre sí para ser nombrados gerifaltes de lo que ellos creían un reino terrenal (hasta la suegra del tal Simón recomendó a su yerno para el cargo – está en los Evangelios -)

Así que la secuencia lógica es justo al revés: primero, el picapedro le pide ser jefe de su iglesia o del “senatus”, vaya usted a saber y después, acto seguido, en respuesta a ello, el Maestro lo mandara a hacer puñetas, diciéndole lo de Satanás, etc.

El cambiar el orden de los hechos es una manipulación burda y torpe, pero, en fin, sabido es que la “fe”, esa fe al menos, hace milagros y mueve montañas.

Existe otro detalle que prueba el metemanos posterior a los textos y es la propia palabra de Iglesia, concepto no existente en el arameo que hablaban, ya que Ecclesia es de uso griego y luego, posteriormente, adaptado al latín: Ecclesiam, directamente, sin pasar por aquella gente.

Cada vez está más claro que Jesús no inventó, ni tampoco quiso inventar iglesia alguna y que las escrituras originales, unas fueron ocultadas y/o destruidas y otras fueron “adaptadas” a una Iglesia, no heredada, sino manufacturada.

La cuestión es saber leer lo que nos han re-escrito y no dar por bueno todo lo que nos ponen bajo dogma.

Existen, a pesar de todas las falsificaciones introducidas por mero interés, unas meteduras de pata verdaderamente increíbles, como, por ejemplo, la genealogía de Jesús, que nos brinda Lucas, para dejarnos claro que proviene directamente del linaje de David (como si eso importara realmente).

Se hicieron ímprobos esfuerzos para hacer coincidir las profecías de los antiguos profetas con la figura de Jesús para encajarlo en el papel del Mesías, para luego, en el mismo Evangelio, descabalgarlo del título.

Me explico: La casa de David se le transmite a través de José, que, según ellos, era descendiente directo (las mujeres entonces no contaban). Démoslo por bueno.

Pero si Jesús “no fue fecundado por obra de varón”, sino que lo fecundó el Altísimo por medio del ángel-correo, salvo que el mismísimo Dios sea descendiente de David… Lo que deduce las hipótesis falsas que se tejían para colar las cosas y liar los casos. O admites pulpo como animal de compañía, o rompemos la baraja…

Así que ustedes mismos, cada cual con su catecismo a cuestas del alma, elija lo que estime conveniente o de mayor credibilidad.

Y no es el único ejemplo que corre por los “homologados” como Canónicos, y que intentan dar gato por liebre “a mayor gloria de Dios”.

Pobre concepto de un Dios que precisa de tales trucos, por cierto. Un análisis experto y ponderado demuestra que existía entonces mucha psoriasis, epilepsia, conjuntivitis,  diabetes, catalepsia y artritis a manta, en los tratados por milagros curatorios del Maestro, un conocedor de primera mano de las prácticas sanadoras esenias, por cierto.

 O lo que, en las famosas bodas cananeas narradas, en que fueron “bailados” los personajes para desaparentar o que más parece que en verdad ocurrió (hay estudiosos serios que apuestan por la propia boda de Jesús).

Aunque hay un detalle: “Madre, aún no es llegada mi hora”, que me hace pensar que más bien fueron las de un hermano…

Podría seguir hablando de casos más o menos fundados, pero no lo vamos a hacer, entre otras cosas, porque para mí, personalmente al menos, todo eso no es lo más importante… Yo creo firmemente en Jesús sin necesidad de ñoñas, falseadas catequesis y mucho menos dogmas, normas y hormas de milagros, descendencia real, nacimientos virginales ni resurrecciones.

Existen muchos otros antes que él que, aseguran escrituras y religiones antiguas, hicieron lo mismo. Me da igual que todo sea un copi/pega de sus exégetas. 

Y es porque a mí me interesa más el mensaje que el mensajero. La Iglesia hace justo lo contrario, desenfoca el mensaje, acaparándolo y enfoca mucho más al mensajero, poniéndolo el primero (quedándose ella, claro, como reina consorte, o regente, o lo que fuera).

Para mí – y sigo mostrando mi opinión personal – Dios no necesita milagros con los que engatusarnos… Si así fuere, sería cualquier otro dios, pero no Dios.

Mi Dios no ha construido el mundo para saltarse sus propios caminos espatándonos con juegos de magia a través de sus profetas.

Si de verdad nos hubiésemos fijado menos en Jesús y más en lo que decía, sabríamos lo que transmitía cada vez que hacia un supuesto milagro. Pero no es así. Dios no utiliza el milagro, sino el conocimiento, como única vía.

Ni santos revestidos y procesionados, ni santas semanas, ni santas enganchaderas a ningunas ramaleras. Los mensajeros existen porque existe el Mensaje, no al revés. Sobran los correveydiles… con todos mis respetos.

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