Este artículo es un breve resumen del capítulo Necesitamos cambiar nuestro enfoque de pensar sobre el hambre en el mundo incluido en el Informe Goalkeepers 2022 de la Bill & Melinda Gates Foundation titulado El futuro del progreso.
En febrero 2022, la invasión rusa de Ucrania interrumpió el transporte de semillas desde Europa hasta África, creando otra crisis humanitaria en un segundo continente.
Catorce naciones africanas dependían de Ucrania y Rusia para el abastecimiento del 50% de su trigo. Esos envíos fueron cancelados y la contracción de la oferta hizo que el precio del trigo de sustitución se disparase a su nivel más alto en 40 años. Finalmente, los precios empezaron a reducirse en mayo, pero mientras tanto, se dieron las circunstancias idóneas para generar una nueva hambruna. Los líderes mundiales dieron la voz de alarma y pidieron que se enviaran inmediatamente ayudas económicas y alimentarias a los puertos subsaharianos.
Incluso antes de la guerra en Ucrania, la ayuda alimentaria se había disparado, y se calcula que seguirá aumentando hasta finales de esta década. El objetivo no debe ser simplemente proporcionar más ayuda alimentaria, sino que debería garantizarse que no se necesite ayuda.
¿Por qué una crisis en Europa del Este amenazó con matar de hambre a millones de personas a seis mil millas de distancia?
La pregunta es compleja pero lo ocurrido permite entender dónde es fácil producir alimentos y dónde no.
Desde la década de los años sesenta, la productividad agrícola se incrementó en todo el mundo. Los agricultores vieron crecer sus cosechas, pero éstas no aumentaron en todas partes al mismo ritmo. En China y Brasil, por ejemplo, las cosechas crecieron, mientras que en muchos países del sureste asiático, como por ejemplo en Laos y Camboya, se mantuvo por debajo del promedio mundial. En el África subsahariana, las cosechas crecieron mucho más lentamente que en cualquier otro lugar del mundo.
Cuando una región no puede cultivar lo suficiente para alimentar a su población, solo hay una solución: importar alimentos, lo que África hace por aproximadamente 23.000 millones de dólares al año.
La baja productividad agrícola está completamente ligada a las condiciones en las que trabajan los agricultores africanos. La mayor parte de ellos se ganan la vida cultivando parcelas de tierra pequeñas, a menudo de menos de una hectárea, sin suficiente riego o fertilizantes, por lo que cada vez que hay una perturbación en el sistema alimentario, y el suministro global total de alimentos se reduce, no pueden crecer lo suficiente para compensar el déficit.
La gente pasa hambre. Esta vez, la conmoción se debió a una guerra, pero la próxima podría ser resultado de una sequía o una ola de calor que arrasaría cultivos enteros por toda África. Este es, de hecho, el escenario más probable.
El cambio climático representa la mayor amenaza para la producción de alimentos desde que se inventó la agricultura, especialmente en África, donde el ambiente se está deteriorando más rápidamente que en cualquier otro lugar del planeta.
Por ejemplo el maíz. Representa alrededor de un 30% de todas las calorías que consumen las personas en el África subsahariana. Es un cultivo muy importante, pero también delicado. Cuando las temperaturas superan los 30°C, el crecimiento comienza a venirse abajo. Cada grado adicional por encima de 30°C por día reduce el rendimiento de los cultivos en al menos un 1%. Y si hay cinco días de temperaturas de 35°C, se multiplica por cinco esa cifra para obtener el porcentaje de cosecha, un 25% en este caso.
Se prevé que a finales de esta década, el 30% de las cosechas de maíz en África se darán en estas condiciones, al igual que cualquier otra fuente de alimentos, desde cultivos hasta ganado. Y ese estrés climático severo es la principal razón por la cual se estima que 32 millones de personas más en África pasarán hambre en 2030.
Para los agricultores que cultivan pequeñas parcelas, no hay muchas soluciones obvias. En una encuesta realizada por el Banco Mundial y el gobierno nigeriano se preguntó a los agricultores cómo estaban respondiendo a la reducción del rendimiento de sus cultivos. La segunda y tercera respuestas más comunes fueron “comer menos” y “vender ganado”, mientras que la principal respuesta fue sencillamente “no hacer nada”.
Hace catorce años, la Bill & Melinda Gates Foundation empezó a apoyar a un grupo de investigadores africanos especializados en cosechas. Su objetivo era desarrollar un nuevo tipo de maíz, que se empezó a llamar “semillas mágicas”.
Por supuesto, las semillas no eran mágicas, pero al cultivar ciertas variedades específicas, los investigadores creían que podrían producir un maíz híbrido cuya resistencia a climas más cálidos y secos sería mayor. Fue un éxito rotundo.
Cuando los investigadores en Kenia compararon las parcelas de este nuevo maíz con el antiguo, vieron que la producción de semillas por acre era 66% superior a la anterior.
Esa producción es suficiente para alimentar a una familia de seis personas durante todo un año, e incluso vender el excedente de maíz por aproximadamente 880 dólares, lo equivalente a cinco meses de ingresos para el keniano promedio. De hecho, muchos agricultores pudieron enviar a sus hijos a la escuela o construir nuevas casas.
Esta innovación agrícola se está dando por todo el mundo. Los agricultores de la región de Punjab cultivan los dos principales cultivos básicos de la India: el arroz en la temporada húmeda y el trigo durante el seco invierno del norte de la India; pero el cambio climático está alterando sus medios de subsistencia. En 2010, y de nuevo más tarde, en 2015, las primeras olas de calor convirtieron la temporada húmeda en una temporada seca, lo que quemó el arroz. Para aportar una respuesta a esta situación, los agricultores locales trabajaron con la Universidad Agrícola de Punjab para encontrar una nueva solución: una variedad de arroz cuyo crecimiento es más rápido y cuyo cultivo requiere tres semanas menos que la variedad anterior. Se podía cosechar antes de que las olas de calor inducidas por el cambio climático quemaran los cultivos. También permitió a los agricultores sembrar su trigo antes.
Pero, los agricultores no pueden solo plantar semillas mágicas. El tema es más complicado. Los agricultores necesitan apoyo en diferentes formas, como, por ejemplo, el microfinanciamiento para comprar fertilizantes o construir nuevas carreteras rurales para transportar sus cultivos hasta el mercado.
También deben pasar por los controles adecuados. Para los países que quieran aprovechar estas y otras innovaciones, es útil contar con políticas públicas y sistemas sólidos para evaluar el rendimiento y la seguridad, a la vez que proporcionan productos de manera eficiente a los pequeños agricultores.
Actualmente, los rendimientos de este tipo arroz y del maíz son significativos, pero no se tiene la garantía de que seguirán siéndolo en 2030 o 2050. Los agricultores tendrán que sembrar nuevas semillas a medida que el ambiente vaya cambiando de manera impredecible.
Puede que el hambre sea un problema que no se pueda solucionar totalmente. Nadie puede prometer razonablemente que todos y cada uno de los ocho mil millones de humanos del planeta disponga siempre de la suficiente comida. Pero garantizar que el África subsahariana y otras regiones de bajos ingresos puedan alimentar a su propia población es un desafío que se puede superar, siempre y cuando el mundo cambie su enfoque en las crisis alimentarias.