El jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Antony Blinken, abandonó Oriente Medio con el único compromiso de “aumentar sustancialmente la ayuda humanitaria a Gaza en los próximos días”, sin lograr moderar la intensidad bélica de Israel o haber obtenido “medidas concretas” en cuanto al sufrimiento de la población en Gaza, tal y como era su propósito declarado.
Por el contrario, Estados Unidos envió a esta ribera del Mediterráneo un submarino de la clase Ohio, con misiles nucleares, a fin de disuadir a los aliados de Irán –léase Hizbulah en Líbano– y robustecer el despliegue naval de los portaviones Gerald R. Ford y Dwight D.Eisenhower.
Blinken ha tratado, durante su jornada, de contener la indignación de los países árabes por esos 10.000 palestinos muertos y mantener el pulso con Irán sin desbordar el statu quo. Lo que no ha conseguido, aparentemente, es concesión alguna de Israel sobre la guerra. Ni “pausas humanitarias” –como sugirió el propio presidente Joe Biden– ni una mayor proporcionalidad en los bombardeos sobre la Franja.
El propio presidente Biden telefoneó ayer al primer ministro Netanyahu, sin que haya trascendido el contenido. Como tampoco sobre la reunión en Tel Aviv del jefe de la CIA, William Burns, con el gabinete de guerra israelí y su homólogo del Mossad, David Barnea.
No es un secreto el aumento de la impaciencia de la administración Biden por el curso de la guerra y la frustración por el número de muertos, justo a un año de la elección presidencial y más por lo que fractura a los electores demócratas.
“Este ritmo de civiles muertos es inaceptable e insostenible”, ha advertido el senador demócrata Chris Murphy, del subcomité de Oriente Medio.
Sin ser recibido por el presidente Erdogan, el canciller Blinken se va con promesas de más ayuda humanitaria, justo cuando el ritmo y las dificultades de la repatriación de heridos graves y de palestinos con doble nacionalidad a Egipto invita a la desesperanza.
La gira del secretario de Estado norteamericano también fue sensible a este frente moderado –Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos o la propia Arabia Saudí–. Unos porque comparten el temor a lo que significa Hamas, otros porque detrás de Hamas está Irán, otros porque temen que la guerra pueda provocar otro éxodo palestino a sus territorios. O todo a la vez.
“Los gobiernos árabes dicen a veces una cosa y piensan otra. Y todos ellos no quieren saber nada de Hamas porque son lo que mejor la conocen. Y no le gusta nada”, señaló Ruth Wasserman, asesora en asuntos árabes del fallecido presidente Peres.
Solo Estados Unidos tiene capacidad diplomática en la región, en la que muchos analistas ven la sombra satisfecha de un eje tácito Teherán-Moscú-Pekín, presentado por Israel como el enemigo a derrotar en nombre de todos.
Si no son derrotados, pondrán en peligro todo Oriente Medio. Y si Oriente Medio cae ante el eje del terror después caerá Europa. Esta es una batalla global, la victoria no tiene sustituta”, indicó Netanyahu ante la audiencia diplomática.