Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, defensor ferviente de los dictadores Díaz Canel de Cuba, Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia y Maduro de Venezuela, ahora le dio por agredir a la democracia peruana.
AMLO sostiene el disparate de que Pedro Castillo, ex presidente del Perú, que intentó un golpe de estado el 7 de diciembre de 2022, es una víctima y la presidenta legítima Dina Boluarte, es una usurpadora del poder.
Y en franca violación de varios artículos de la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), se entromete en la política interna peruana, insulta a la presidenta Boluarte y apadrina el golpe de Castillo, al extremo de obligar al gobierno de Lima a retirar su embajador en México.
Pero el descaro más insólito de AMLO es negarse ilegalmente a entregarle al Perú, que le corresponde para el siguiente período, la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico (integrada por Colombia, Chile, México y Perú –con Ecuador y Costa Rica pendientes de incorporación).
Pedro Castillo fue detenido por golpista chapucero y la vicepresidenta elegida junto con él, Dina Boluarte, fue proclamada presidenta, de conformidad con el texto constitucional peruano. Y ella ahora con sensatez, pide al Congreso Nacional un adelanto de las elecciones para superar la crisis del país.
AMLO gobierna de modo pendenciero, verborreico y abusador. Maltrata a los opositores e irrespeta a los periodistas. Su última ocurrencia es cambiar la Ley para desnaturalizar el Instituto Nacional de Elecciones (INE) mexicano, con el ostensible objetivo de facilitar un triunfo de su partido MORENA, en los próximos comicios.
Sorprende también ese aroma de miedo al virulento López Obrador, de los medios de comunicación mexicanos. Si no reaccionan en defensa de la libertad de expresión, no tardarán en arrepentirse.
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