Por: José Antonio Aguirregomezcorta Gragirena
Niccolò Paganini es un nombre que reconocen aún quienes desconocen de música. Nacido en Génova en 1782, es una figura que personifica el virtuosismo y el misterio en la historia de la música clásica.
Su habilidad con el violín era tan extraordinaria que se rumoreaba que había hecho un pacto con el diablo. Rodeado de una aureola diabólica, una fama maligna, de presuntos contratos con Lucifer, generada por sus propios contemporáneos quienes estaban asombrados ante su dominio del instrumento y su vida desordenada, pecaminosa, lujuriosa y aventurera, Niccolò Paganini fue el violinista por antonomasia del romanticismo.
Desde su niñez, Paganini mostró una aptitud prodigiosa para la música. Su padre, un comerciante con un gran interés en este arte, reconoció su talento y lo sometió a un riguroso régimen de práctica. A los siete años, Paganini ya era competente en el violín, y a los doce, había compuesto su primera sonata.

Alcanzó la fama en la Europa del siglo XIX, una era marcada por la admiración a los virtuosos. La gira que emprendió en 1828 por ciudades como Viena, Praga, Varsovia y Berlín lo consagró como el mejor violinista de su tiempo. Fue capaz de extraer al instrumento músico sonidos y efectos inconcebibles, y le valió la fascinada admiración de personalidades importantísimas como Franz Liszt. Sus actuaciones eran eventos espectaculares donde desplegaba técnicas nunca vistas. Utilizaba efectos como pizzicatos (halar las cuerdas del violín) con la mano izquierda y escalas rapidísimas, que dejaban al público y a los críticos asombrados.
El aura misteriosa de Paganini se vio amplificada por su apariencia y su salud frágil. Historias sobre pactos con el mismísimo Diablo – con quién se decía tenía amistad – y su habilidad sobrenatural se propagaron, alimentando su leyenda. A pesar de estos míticos y estúpidos rumores carentes de cualquier veracidad, su genio musical es indiscutible y ha sido una fuente de inspiración para muchos artistas aún hoy en día donde, pareciera para la nueva generación, que nada de lo anterior, sirve.
El legado de Paganini va más allá de la música clásica. Su enfoque innovador influenció a muchos músicos y compositores, incluidos el nombrado Liszt y Frederick Chopin. Además, su impacto se extiende hasta la música moderna, especialmente en géneros como el rock y el metal, donde su estilo y técnica siguen siendo venerados.
Entre las obras de su autoría destacan los Veinticuatro Caprichos Para Violín, Op. 1 (1818), Seis Conciertos Para Violín y Orquesta, Nueve Cuartetos Para Guitarra Y Arcos (1806-1816) y piezas como La Danza De Las Brujas (1813) y Tarantella (1830).
Niccolo Paganini falleció en Niza, tal día como hoy 27 de mayo de 1840. En el lecho de muerte, se negó a ser asistido por un sacerdote. Tras la muerte, fue la Iglesia la que le negó sepultura en camposanto, por lo que el féretro que lo contenía deambuló de un lado a otro hasta que en 1845 la duquesa de Parma autorizó su entierro.