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Sensaciones

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Por: Miguel Galindo

Un buen día, un no menos buen amigo, me preguntó si yo creía en las llamadas “premoniciones”… Entonces le contesté que soy un perfecto negado – al menos, no soy consciente de ellas – pero eso no quiere decir que no las crea posibles, al menos en la capacidad de la mente humana para tenerlas.

Y le dije, creo recordar, que mucha gente confunde la mente con el cerebro, cuando son cosas distintas. La mente no es un órgano físico, y el cerebro sí lo es. Lo que pasa es que la primera se manifiesta a través del segundo, que es el que produce nuestra intelectualidad, de la cual sacamos nuestras conclusiones, unas veces atinadas, y otras veces erradas. Es una potencia suprafísica que se capta a través de un órgano físico.

A ese amigo, y a quiénes estén interesados en el tema (estoy seguro que más de los que lo confiesan), puedo recomendarles “La Mente Extendida”, de Rupert Sheldrake, doctor en ciencias naturales de la Universidad de Cambridge, e investigador destacado del Instituto de Ciencias Noéticas de California.

Alguien que sabe muy bien lo que dice, mucho mejor que un chiquilicuatre como yo, muy dado a elucubraciones metafísicas, como bien saben los que me siguen.

No obstante, si es que quieren saber mi opinión y como teoría no exenta de lógica, al no estar la mente sujeta a limitación física, los llamados “campos mentales” de las personas tampoco están limitados, por lo que pueden abarcar posibilidades que luego nosotros, “racionalmente”, nos negamos a admitir…

En realidad, somos nosotros mismos los que nos empequeñecemos nuestras propias capacidades, por una lastrante y castrante, educación recibida en una sociedad en que se combate la cultura abierta y el librepensamiento.

Pero quién más, quién menos, todos hemos experimentado ciertos “chispazos” que nos indican la existencia de tales posibilidades, si bien constreñidas por nuestro propio pensamiento.

Por ejemplo: esa sensación, casi física a veces, de ser observados por alguien… ¿se trata solo de una sensación subjetiva?.. ¿está solo en nuestra cabeza?.. ¿y porque se desarrolle en nuestra cabeza, es por eso menos real?..

Lo que el cerebro capta de la mente podrá ser más o menos limitado, pero lo que la mente capta en su capacidad de percepción va mucho más allá de lo que podemos imaginar.

El estudio de los Campos Mórficos sugiere que nuestra mente emite prolongaciones que contactan con todo lo que nos rodea, sean seres, objetos y cualquier otra cosa y caso capaz de emitir cierta vibración (radiación), mucho más si nos interesa o “le” interesamos, y ajusta/ajustamos inconscientemente nuestra longitud de onda a la suya… Y todo ser vivo emitimos vibraciones que incluso “prestamos” por un tiempo a las cosas inertes que utilizamos. Eso último es un hecho comprobado.

Existen científicos, como el citado anteriormente, que aseguran que esta mente “extendida” nos permite entender fenómenos hasta ahora dentro del campo del misterio, como la telepatía, la premonición, el llamado “dejá vu”, o cuanto entra en el campo de lo conocido por “paranormal”, o sea, más allá de lo que consideramos normal…

Pero hablemos, con sinceridad: ¿qué es normal y qué no lo es?.. La normalidad es una etiqueta inventada por el ser humano para intentar defenderse de lo que no conoce. Y que se desconozca algo no quiere decir que no exista, simplemente porque se ignora.

De hecho, la actualidad está repleta de normalidades que apenas hace unas pocas décadas no eran nada normales.

Y esa, precisamente esa, es nuestra mayor anomalía: en plantar y plantear nuestras existencias según nuestras estrictas y limitadas percepciones… Curiosamente a eso lo llamamos “normalizar”, esto es: nos anormalizamos nosotros mismos condenando lo que no percibimos. O nos subnormalizamos, no lo sé muy bien.

Las religiones nos encadenan a la inmovilidad mental del pasado, simplemente poniendo el marchamo de “milagro” o de “diabólico” (según de donde venga el supuesto prodigio), por lo que ellos consideran fuera de lo normal según sus dogmas; y la ciencia nos lanza a la posibilidad del futuro, simplemente abriendo la mente a la investigación, a la búsqueda y a la experimentación, rompiendo los moldes de la primera.

Esto fue así ayer y desgraciadamente, sigue siéndolo hoy también, dada nuestra esclavizada mentalidad… Por ejemplo: San Pío, Santa Teresa, o tantos otros, podían vivir otras dimensiones, experimentar otras realidades, otras vibraciones, pero, claro, eran santos declarados, y tenían el carnet de la Iglesia para hacerlo.

Eso eran milagros. Sin embargo, cualquier otro u otra que no pase por el santo torno, se le acusa de brujería, o de locura, y se le persigue y acosa. Es nuestro fanático y radical doble rasero. Conozco casos flagrantes, y sé muy bien lo que digo…

Pero gracias al Dios que sea, la ciencia, poco a poco, con su lenta labor empírica, desacraliza todas esas interesadas, arbitrarias, manipuladas y monopolizadas absoluciones y condenas, y centra su investigación en el ser humano y en cuanto a lo que lo rodea, lo forma y lo conforma, sin condicionamientos sacralizantes ni diosmediantes…

Ni más ni menos que combinando la tradición de la experimentación con la voluntad de no conformarse con las respuestas convencionales a estos y otros fenómenos. Y de las nuevas y más rigurosas vías de exploración en lo más profundo de nuestra naturaleza nacen nuevas investigaciones pioneras, que nos indican otras formas de considerarnos y considerar las relaciones con nuestros semejantes, con nuestros hermanos animales y vegetales, y con cuanto consideramos naturaleza… lo que es muy natural.

Lo que me preguntaba mi amigo, en definitiva, no es otra cosa que la conexión perdida con cuanto ha sido creado y a lo que pertenecemos…

En realidad no es que existan personas que han “desarrollado” capacidades (todos nacemos con ellas); es que existimos el resto – multitud – de esas mismas personas que lo hemos “desaprendido”, lo hemos subdesarrollado, lo hemos perdido y olvidado. Realmente, lo que me decía no es una pre-monición, sino una post-observación. Lo que ocurre es que el dial de comunicación entre mente y cerebro lo tenemos más jodido que nuestra propia conciencia, que ya es decir…

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