La física mexicana Ana María Cetto plantea que la región puede y debe rebelarse ante la privatización de la ciencia y apostar por iniciativas que pongan a la ciencia y sus resultados accesibles a todo público.
Ana María Cetto, investigadora en física de la Universidad Nacional Autónoma de México ha dedicado buena parte de su tiempo y energía a impulsar algo que va más allá de un tema de investigación y atraviesa todo el quehacer científico: la ciencia abierta.
Para la Unesco, la ciencia abierta consiste en permitir que la información, los datos, los resultados científicos sean más accesibles y se aprovechen de forma más fiable con la participación de toda la sociedad. Pero llevarlo a la práctica es más complicado de lo que suena.
Como muchos otros, Cetto ha vivido las consecuencias de la “ciencia privatizada”. Por ejemplo, cuando las compañías editoriales cobran por publicar y, luego, por acceder a ese contenido, perpetuando un negocio en el que solo la gente que paga accede al conocimiento.
Cetto plantea que la región puede y debe rebelarse ante ese negocio y apostar por iniciativas que pongan a la ciencia y sus resultados accesibles a todo público. Por eso impulsa y preside Latindex, una plataforma que pone a disposición de cualquier persona, y sin pago alguno, más de 26.000 revistas científicas de América Latina, El Caribe, España y Portugal.
Su convicción y trayectoria la llevaron a convertirse, desde hace unos días, en la presidenta del Comité Directivo Mundial de Ciencia Abierta de la Unesco.
Cetto dice que su convicción es que el conocimiento es un bien público. Siempre le ha parecido lo más natural. Y descubrió que eso es lo natural en América Latina, que es parte de nuestra cultura y nuestra tradición.
Y al mismo tiempo observó con preocupación que en el ámbito científico ha habido todo un proceso de privatización del conocimiento y le pareció que debemos defendernos contra ese proceso y debemos buscar que el conocimiento científico siga siendo un bien público accesible a todos.
La sociedad gana al tener acceso al conocimiento que normalmente no es accesible al público. Pero esto no se hace de manera automática; debe haber muchas condiciones. Por un lado, debe existir la infraestructura para poner en acceso abierto el conocimiento científico validado; y también es necesario que la población tenga las herramientas y la preparación necesaria para no solamente acceder a ese conocimiento sino entenderlo y usarlo de la mejor manera posible.
Los países tradicionalmente más poderosos, económica y científicamente, porque esas cosas van ligadas, son los que se han beneficiado del negocio de la privatización de la ciencia. El hecho de que hay que pagar por acceder al conocimiento o pagar por publicar, que es la nueva ola, ha hecho que se ahonden más las diferencias entre esos pocos países poderosos y el resto de los países.
“Observé con preocupación que en el ámbito científico ha habido todo un proceso de privatización del conocimiento, y me pareció que debemos defendernos contra ese proceso y debemos buscar que el conocimiento científico siga siendo un bien público accesible a todos”, dice Cetto.
No podemos ser simplemente espectadores porque también producimos ciencia, producimos conocimiento, no hacemos negocio con él. ¿Por qué hemos de pagar para que otros sigan haciendo negocio?
Hay retos específicos para América Latina, y quizás también para otras regiones del sur. Por ejemplo: la inversión en infraestructura, porque todo cuesta; que nuestros gobiernos pasen del dicho al hecho, porque si bien firmaron la recomendación sobre Ciencia Abierta de la Unesco y participaron activamente en su discusión no significa que las condiciones estén puestas para su implementación.
Otro reto en nuestra región es que desgraciadamente los sistemas de evaluación y de incentivos para la investigación siguen muy ligados a las publicaciones de nuestros trabajos. Esto ocurre al grado de que existe mucha presión sobre nuestros investigadores para que publiquen en ciertas revistas, aunque tengan que pagar por ello, normalmente, nuestras instituciones.
Entonces, nuevamente pasan los recursos a los países ricos para obtener un cierto prestigio en la comunidad o tener una mejor evaluación que le permita ascender en la escala como investigador. Afortunadamente, ya hay conciencia de que es necesario revisar los sistemas y criterios de evaluación.
Para combatir este negocio de las compañías editoriales y su impacto en las comunidades científicas en la región, quizás la iniciativa más importante, directamente orientada a los sistemas de evaluación, es la que lidera el Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), que es un foro de discusión y análisis y ha organizado varias reuniones regionales para abordar este tema. Hay otras iniciativas regionales que tienen que ver con la creación de sistemas de información en acceso abierto.
La labor pionera que inició Latindex en 1996, de ofrecer un espacio para las publicaciones científicas y promover el acceso abierto, el multilingüismo, la defensa del español y el portugués, etcétera, fue seguida poco después tanto por Redalyc como por el sistema Scielo, y otros, y eso ha permitido que se difunda más, no solamente el concepto de acceso abierto sino que existan las bases para incluir todo lo que significa ciencia abierta.
Ciencia abierta no solo significa abrir más el acceso de lo ya publicado por los científicos; significa también abrirse más a otros sistemas de conocimiento, a otros sectores de la sociedad.
Ahí también hay muchos retos porque tenemos varios sectores de la sociedad en nuestros países que son poseedores de conocimiento que no han pasado a formar parte de la ciencia y que, no por ello, deben desaparecer. Entonces, establecer estos diálogos efectivos y orgánicos no es sencillo, no es una tarea trivial, pero es algo que también nos corresponde atender.
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net