El político desoye los pedidos de renuncia, y se aferra a su banca y dice que será exonerado por la Justicia.
“Las acusaciones formuladas en mi contra son sólo eso, acusaciones”, desestimó el poderoso legislador demócrata, que empieza a recibir presiones de su partido.
El político Bob Menéndez, el senador más influyente en la política exterior de Estados Unidos, se mostró decidido a resistir la naciente presión para que renuncie a su banca en la Cámara alta luego de haber sido acusado formalmente en la Justicia por corrupción y abuso de poder, la segunda causa que enfrenta Menéndez en su carrera política, que podría forzarlo a dejar del Congreso.
Menéndez, su esposa Nadine y otras tres personas fueron acusados por fiscales federales de haber llevado adelante un plan corrupto para enriquecerse con “cientos de miles de dólares en sobornos” utilizando la poderosa posición de Menéndez en el Senado, donde era el presidente del Comité de Relaciones Exteriores hasta que estalló el escándalo.
Los cargos de los que se le acusa son: conspiración para cometer soborno, conspiración para cometer fraude de servicios honestos y conspiración para cometer extorsión.
La acusación de los fiscales federales alega que los acusados recibieron sobornos que incluían “efectivo, lingotes de oro, pagos de la hipoteca de una vivienda, compensación por un trabajo de baja o nula presentación, un vehículo de lujo y otros artículos de valor”.
La acusación también alega que Menéndez presionó al gobierno de Joe Biden para que nombrara a un fiscal federal en Nueva Jersey que fuese favorable a otro de los acusados, Fred Daibes, un empresario inmobiliario que enfrentaba cargos federales de fraude.
“Entiendo lo profundamente preocupante que puede ser esto”, reconoció Menéndez el pasado lunes, en sus primeras declaraciones públicas desde que se conocieron los nuevos cargos que deberá enfrentar en la Justicia federal.
“Las acusaciones formuladas en mi contra son sólo eso, acusaciones. Para cualquiera que me haya conocido durante mis 50 años de servicio público, sabe que siempre he luchado por lo que es correcto”, se defendió.
Es la segunda vez que Menéndez deberá enfrentar un juicio por corrupción. El senador de origen cubano, un “halcón” de la Cámara alta, salió ileso de la primera causa en su contra porque el jurado fue incapaz de llegar a un veredicto.
“He trabajado por todo lo que he logrado, a pesar de los detractores y de todos los que me han subestimado. Reconozco que esta será la pelea más importante hasta el momento, pero, como he declarado a lo largo de todo este proceso, creo firmemente que cuando se presenten todos los hechos no sólo seré exonerado, sino que seguiré siendo el senador principal de Nueva Jersey”, continuó Menéndez. “El tribunal de la opinión pública no reemplaza a nuestro venerado sistema de justicia”, desafió.
El escándalo político desatado por la acusación contra Menéndez, un senador de enorme influencia en la política exterior de Estados Unidos, sobre todo en los temas sobre América latina, y en particular desde que Joe Biden llegó a la Casa Blanca.
Los demócratas tienen una mínima mayoría en la Cámara alta, una realidad que le brinda más poder a cada senador, pero además la presidencia de la poderosa Comisión de Relaciones Exteriores le dio a Menéndez la facultad de mover según sus deseos y sus tiempos los pliegos de los embajadores nombrados por Biden y de algunos funcionarios claves del andamiaje de política exterior. Menéndez ya dejó ese cargo, aunque por ahora se niega a renunciar a su banca. La Casa Blanca reaccionó con cautela.
“Vemos esto como un asunto serio”, dijo la vocera presidencial, Karine Jean-Pierre, este lunes en su tradicional conferencia de prensa. “Y creemos que la renuncia del senador a la presidencia fue lo correcto. En cuanto a cualquier otra cosa, cualquier decisión que tenga que tomar, eso ciertamente dependerá de él y de los líderes del Senado. Pero, por supuesto, consideramos que esto es un asunto serio. Y voy a dejarlo ahí por ahora”, completó.
Pero más allá de la cautela del gobierno de Biden, varias figuras demócratas ya pidieron públicamente la renuncia de Menéndez, entre ellas, el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, conocida por sus siglas, “AOC”, y uno de sus colegas en el Senado, John Fetterman, de Pensilvania, el primer senador demócrata que pidió su salida del Congreso.
La acusación contra los demócratas los deja en una posición incómoda, forzados a decidir si defienden a uno de sus históricos en el Senado o si le sueltan la mano.
“Tiene derecho a la presunción de inocencia bajo nuestro sistema, pero no tiene derecho a seguir ejerciendo influencia sobre la política nacional, especialmente dada la naturaleza seria y específica de las acusaciones”, indicó Fetterman en un comunicado.
Por su parte, AOC dijo que la situación de Menéndez era “desafortunada”, pero que para los demócratas era importante ser coherentes y lo mejor es que él renuncie.
Fetterman es de momento el único senador que ha pedido su renuncia. Otros legisladores optaron por esperar a que decante el escándalo antes de fijar una postura.
El senador Chris Murphy, de Connecticut, que también integra el Comité de Relaciones Exteriores, dijo que las acusaciones eran “devastadoras” y que ningún senador debería usar su posición para enriquecerse.
Pero agregó: “Es difícil para mí creer que el senador Menéndez pueda ser eficaz en su trabajo dadas estas acusaciones, pero creo que quiero volver y hablar con mis colegas sobre el comité antes de recomendar un camino a seguir”.