La creación de reservas naturales y el reconocimiento de los derechos de las comunidades indígenas sobre sus territorios no han podido frenar el avance de la deforestación en la Amazonía, cuyas consecuencias ya se sienten.
El Amazonas, con el bosque tropical más grande del planeta, es un activo natural insustituible con una enorme biodiversidad y un componente de vital importancia en los ciclos globales del carbono y el agua. La Panamazonía es un territorio geopolítico que abarca nueve países a los que se les ha confiado la administración de sus recursos naturales. Estos países son: Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Surinam, Guyana Francesa y Guyana Inglesa.
Hace quince años, las perspectivas de su conservación, de importancia mundial, estaban en duda. La deforestación desenfrenada impulsada por múltiples fenómenos sociales y económicos amenazaba con transformar sus áreas silvestres, degradar sus recursos acuáticos y acosar a sus comunidades indígenas. Los distintos gobiernos continuaron con la construcción de proyectos de infraestructura a gran escala mientras buscaban apalancar una demanda sin precedentes de productos básicos globales con un mayor acceso a los mercados financieros internacionales.
El auge resultante de esta creciente actividad económica motivó a individuos y corporaciones a invertir en oportunidades de negocios en la Amazonía. Los científicos del cambio climático mostraron cómo un planeta más cálido afectaría la función del ecosistema, así como de qué manera la deforestación podría interrumpir los flujos de humedad sobre el continente.
El panorama era sombrío, y la combinación de amenazas fue llamada “Una tormenta perfecta en la Amazonía”, tomando prestada una frase de la cultura popular que describe las sinergias destructivas entre múltiples fuerzas de cambio.
Afortunadamente, los ciudadanos de los estados panamazónicos estaban conscientes del riesgo del desarrollo descontrolado y exigieron que sus gobiernos intervinieran para detener, o al menos frenar, la destrucción. Personas interesadas de todo el planeta, con el apoyo de iniciativas públicas y privadas de conservación, se unieron a ellos.
Los estados panamazónicos ahora cuentan con la red más extensa de áreas protegidas de cualquier región geográfica del planeta, y han reconocido los derechos legales de las comunidades indígenas al formalizar sus reclamos sobre sus territorios ancestrales.
Estos dos esfuerzos paralelos se implementaron en un lapso de tiempo muy corto, lo que refleja el apoyo de las poblaciones de la zona y la capacidad de la sociedad global para movilizar recursos financieros para la acción ambiental y justicia social. Al mismo tiempo, una reducción drástica en las tasas de deforestación dio esperanza a los defensores que buscaban cambios sistémicos en los paradigmas de desarrollo, particularmente en Brasil, donde el sector agroindustrial reformó sus sistemas de producción después de reconocer que sus intereses comerciales estaban mejor atendidos mejorando su desempeño ambiental.
El éxito de las iniciativas de conservación y la disminución de la deforestación son esenciales para la supervivencia a largo plazo de la Amazonía. Sin embargo, la trayectoria no ha cambiado. El 60% de la región permanece accesible a actividades no sostenibles, incluida la tala de bosques, la explotación artesanal de oro y los asentamientos de pequeños agricultores o agricultura migratoria.
Las tasas de deforestación han aumentado en toda la región y han registrado máximos históricos en Colombia, Perú y Bolivia. Peor aún, los impactos pronosticados del cambio climático se han manifestado, en parte debido al aumento de las temperaturas pero, lo que es más inquietante, mediante la modificación de los regímenes de precipitación que amenazan con llevar a la región, o al menos a su mitad sur, a un cambio catastrófico en la función del ecosistema que podría conducir a la extinción generalizada de los bosques.
Acontecimientos recientes, en particular el incremento de los incendios forestales y un proceso electoral en Brasil, han vuelto a colocar a la conservación amazónica en la vanguardia de los medios de comunicación mundiales, dominados por las redes sociales que han logrado dramatizar el tema a nivel local, nacional e internacional. Las sociedades exigen soluciones, pero no serán fáciles ni simples porque las causas de la degradación ambiental en la Amazonía son complejas y abarcan infraestructura, agricultura, minerales, finanzas y gobernanza.
Una reforma significativa se ve obstaculizada por el predominio de modelos comerciales convencionales, reforzados por actitudes culturales profundamente arraigadas, corrupción y desigualdad. La respuesta a la pandemia de la COVID-19 expuso la incapacidad de los gobiernos para salvaguardar a sus poblaciones, en particular a las comunidades indígenas cuyo miedo a las enfermedades tiene sus raíces en siglos de historia, así como a los pobres de las zonas rurales y urbanas cuya exposición endémica a enfermedades infecciosas y parásitos aumenta el riesgo de mortalidad y morbilidad.
Además, la regulación y los incentivos de mercado que influyen en el comportamiento humano y las decisiones corporativas, deben estar alineados con los resultados de la conservación para que el desarrollo sostenible sea menos teórico y más práctico. Esto requiere reformas profundas en los mercados financieros y comerciales, así como un cambio real en los sistemas regulatorios y una mejor aplicación de las leyes.
Con pocas excepciones, los modelos sostenibles de gerenciamiento forestal y pesquero no han producido los beneficios económicos necesarios para hacerlos competitivos con los modelos extractivos convencionales. Peor aún, la monetización de los servicios ecosistémicos ha generado una mera fracción de los recursos necesarios para cambiar el comportamiento humano en la frontera forestal, y mucho menos para subsidiar los esfuerzos de reforestación que los científicos del cambio climático consideran esenciales para estabilizar el régimen hidrológico en el sur de la Amazonía.
En la segunda edición del libro Una tormenta perfecta en la Amazonía se ofrece una visión general de los temas más relevantes para la conservación de la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y las culturas indígenas de la región, así como una descripción de los modelos de desarrollo convencional y sostenible que compiten por el espacio dentro de la economía regional.
Una tormenta perfecta en la Amazonía es un libro de Timothy Killeen cuya segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021.
Lo sucedido en los últimos diez años se discute en detalle, porque los eventos futuros tendrán que basarse o modificarse de acuerdo a los fenómenos culturales y económicos que impulsan lo sucedido en la Panamazonía. Este texto ofrece una perspectiva histórica más amplia para mostrar cómo las políticas crean legados que repercuten durante décadas, mucho después de que se haya reconocido que son fundamentalmente defectuosos.
Este texto es un resumen del artículo publicado en mayo 2023 en la web Mongabay por Timothy j. killeen