“Cuando el miedo invade los caminos del hombre, las realidades se tornan oscuras. Y en medio de tan tenebrosa oscuridad, donde la sombra es hasta donde se tiene conciencia de la mirada, es porque se está al borde de la nada.
Podría decirse que la política se asemeja con la naturaleza en cuanto al modo de reaccionar ante los agravios que recibe de quienes injusta, indefectible y caprichosamente se han abalanzado en su contra. Y continúan haciéndolo. El ejemplo del cambio climático que hoy acontece como fenómeno reactivo, de riesgosas secuelas, podría ser -comparativamente- el hecho que mejor daría cuenta del carácter de la política en cuanto al modo de reaccionar como aquella parte del ideario humano que las circunstancias hacen posible.
A decir de las consecuencias del cambio climático, sus efectos están desolando importantes cuotas de territorios sin que las tecnologías puedan contrarrestar las devastaciones en curso. Algo parecido está sucediendo con la política. La democracia expresión de la política, entendida como exaltación de las libertades que encauzan el desarrollo humano, está viéndose amenazada de ser sacrificada en nombre de la centralización del poder político. Valga decir, de lo que se ha dado por llamarse: “globalismo”. O sea, el efecto de la inercia causada por la sumatoria de antivalores que pretenden erosionar y corromper las bases fundacionales de ideologías sustentadas en los valores fundamentales del hombre.
Mientras la confianza, la verdad, la justicia, la honestidad y la dignidad mantengan las tensiones que equilibran sus acciones y funciones, la democracia no podría fragmentarse.
Sin embargo, se han argumentado equivocaciones que acompañan el ejercicio de la democracia como sistema político. Incluso, desde el mismo momento en que la política idealizó su praxis basada en la convicción de que siempre han existido inmensas posibilidades de hacer de la misma lo que refirió Abraham Lincoln para consolidar la construcción de lo que valió la forma geopolítica de la Unión de Estados Americanos. Es decir, reconocer la democracia “gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”.
Muchos intentos en superar ciertas debilidades de la democracia como fuentes de serios problemas de índole orgánico (la dependencia de la articulación político-administrativa a estamentos y decisiones de corte coyuntural, por ejemplo) han sido repetidas veces caminos cegados por la búsqueda del contenido sustantivo de la democracia.
Revelaciones sustanciales
El intento del filósofo y sociólogo alemán, Jürgen Habermas, de acusar la crisis del capitalismo tardío en la incapacidad de generar estructuras normativas capaces de legitimar el sistema económico-político, evidenció una falla estructural de la democracia.
Su acusación evidenció la presencia de una democracia cuya supuesta virtud “participativa”, se hallaba empañada por la desideologización creciente de los propios partidos políticos que basaban sus doctrinas políticas en las teorías más relumbrantes de la democracia. Sólo por apostar al hecho de alcanzar el nivel más ventajoso que, arribar al poder, requiere.
En el detalle, si bien no puede negarse que la democracia indujo un cambio de paradigma político ideal, también fue portadora de enfermedades que potenciaron la codicia y avaricia de muchos quienes se apoyan en glamorosos discursos con la intención de ganar los necesarios y suficientes prosélitos-ilusos que sus intereses demandan.
Así la democracia se permitió un ejercicio político que desconoció libertades y derechos. En ausencia de tan necesarias determinaciones, los gobiernos dispusieron normativas como dictámenes constitucionales, que disfrazaron importantes derechos y libertades. Con el paso del tiempo, comenzaron a generar una institucionalidad que decía ser democrática en su acepción más laxa. Pero en el fondo, servía para maquinar engaños y enmascarar delitos.
Tendencias y doctrinas ideológicas de toda especie, magnitud y dirección, inundaron el terreno político de cuya naturaleza siguen valiéndose miserables, charlatanes, egoístas y mezquinos para hacer de las suyas con el fraudulento aval que le confiere el estatus de la política desde posiciones de poder. Más ahora cuando tristemente la democracia, ha sido arrimada o arrinconada casi al borde de la nada.
@ajmonagas