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Crisis de ciudadanía

La idea de construir ciudadanía no se resume a lo que puede explicarse desde los postulados de las Ciencias Sociales. Tampoco se resuelve en argumentaciones que sólo se fundamentan en preceptos vagos o en consideraciones propias de un proselitismo que roza con un populismo de fogosa praxis. Construir ciudadanía, necesita transitar por experiencias estructuradas sobre la esquematización de determinadas prácticas sociales y de políticas que deben tratarse con sentido progresivo de sus implicaciones. No debe ser producto de motivaciones carentes de todo sentido de responsabilidad en cuanto al modo de cómo es reflexionada su concepción, significación y alcance. Pero esto, entendido desde una visión politológica, debe erigirse a través de los postulados teoréticos correspondientes. Y desde luego, mediante acciones específicas, actitudes y aptitudes que conduzcan a concienciar esquemas de conducta relacionados con todos aquellos valores sobre los cuales descansa la noción de ciudadanía.

Todo propósito de sembrar ciudadanía, como así llaman algunos, no es solamente labor de un proceso educativo procurado en una escuela cuyos objetivos reposan en la justicia social y en las libertades políticas y económicas.

La necesidad de construir ciudadanía requiere de un sistema de gobierno respetuoso de las esperanzas individuales y colectivas de significados que se pasean por nociones de instancias sobre las cuales gravita la vida del hombre.

La “familia”, por ejemplo, es una de ellas. También la comprensión del término “democracia”, razón por la cual se hace necesario afincar y afianzar el ejercicio de ciudadanía sobre valores políticos que exalten la convivencia social bajo sistemas políticos democráticos o ganados a la necesidad de avenirse, en todas sus expresiones, a la idea de “democracia”.

Mecanismos conducentes a la Ciudadanía

Si bien se cuenta con dinámicas conceptuales que guían estrategias de mediación que abrigan la significación de ciudadanía a través de la concienciación de los deberes y derechos que la propia normativa en cada país le confiere. Y para lo cual luce imprescindible comprender la importancia de acuciar los valores en todas sus manifestaciones, debe pensarse en modos de discernimiento de la actuación cívica que incidan sobre la forma de visualizar tiempos por venir.  Sobre todo, cuando la idea de ciudadanía coadyuva a superar la fragmentación y las particularidades con las que, por lo general, afectan la funcionalidad de la familia. E igualmente, de situaciones que involucren a comunidades o colectivos.

Por ello, la idea de ciudadanía si bien es necesaria inculcarla en toda reunión que destaque intereses sociales, económicos y políticos, es fundamental estimularla desde la niñez por cuanto habrá de fungir como basamento de identidad. Esta noción lleva a apreciar la necesidad de considerar la participación política como el canal social a partir del cual se exaltan las libertades y su inminente correspondencia con valores relacionados con ciertas obligaciones que fundamentan el desarrollo intelectual, moral y cívico del ser humano. ¿Y porqué dejar de pensar en la familia como núcleo de la sociedad? Esta posibilidad no deja en ningún momento de ser expresión de la realidad asociada a dicha situación lo cual amplia el espectro de injerencia que puede asentirse desde el ejercicio político y social que significa construir ciudadanía.

Lo contrario ha sido razón de peso para que se hay desvirtuado la noción y praxis de ciudadanía por lo cual, a decir de acuciosos estudiosos del referido problema, en ello pueda condensarse buena parte de la culpa para que pueda pensarse y argumentarse que en el centro de tan cuestionada realidad se hallan suficientes causas para hablar de que sus consecuencias han avivado los conflictos que hoy asfixian la sociedad y por tanto, el funcionamiento y comportamiento de una nación. Por consiguientes, es posible aludir a todo ello como buena parte del origen de la crisis que hoy martiriza y agobia un país entero. O sea, una crisis de ciudadanía.

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