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Prisioneros

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A Carlos Julio Rojas periodista preso y a los demás presos políticos sometidos por infamia.

 “La prisión no doblega a los hombres, a los hombres que tienen razón…” esa, la primera estrofa del himno, de los presos políticos, la escribieron, por allá en la década del 60. Solo pensar en eso se me estruja el corazón. En efecto, solo quien ha sufrido la prisión de alguien muy amado, puede entender lo que significa la prisión. Ya de por sí el castigo de estar preso es terrible, sin libertad de movimiento y confinado a un espacio estrecho y muchas veces, las más, mal oliente y oscuro, para que encima se les veje, se los humille y/o se les torture, incomunique por días, horas o semanas y se les desaparezca, aún cuando luego aparezcan, sufriendo los maltratos de gente con mente perversa. Las consecuencias resultan impensables.

Viví la experiencia, como hija y novia de 2 presos políticos, mi padre y mi novio. Fue terrible, desgastador y angustiante. No ha habido forma, que se imponga el respeto a la vida e integridad del prisionero, en nuestro país.

Se sabe, está escrito, hay legislación al respecto, desde la Constitución Nacional para abajo, las cárceles, no son para humillar, torturar, desaparecer y/o asesinar a los presos.

Con saña, pocas veces vista, los regímenes aumentan su agresión y violencia contra las personas prisioneras. Una mortificación para los familiares, es la condición del preso común, imagínese usted, ¿qué significa un preso político, desaparecido, incomunicado, ilocalizable para sus familiares más cercanos?

La desesperación obliga a hacer muchas cosas. Huelgas de hambre, se cosen la boca, no aceptan visitas, entre las muchas acciones que se les ocurren en ese estado de indefensión en el que se encuentran a menudo.

Por su parte, los familiares, corren de un lado a otro, buscando ayuda, solidaridad, respuestas, asistencia jurídica y en otros tiempos, a algunas personas que te ayudaban a sacar de la cárcel a los presos políticos o a exiliarlos en diferentes momentos.

     En verdad la situación del prisionero no se la deseo ni a mi peor contrincante. Por eso creo que una de las primeras medidas del gobierno de transición, indudablemente tiene que ser liberar a los presos políticos y reestablecer el sistema de justicia en Venezuela. No sé, ¿recuerdan que la imagen de la justicia es una mujer con una venda en los ojos? ¿De qué se trata? Es muy claro, el o la administradora de justicia no debería tener parcialidad alguna, para actuar con neutralidad.

Es la manera de garantizar que, en efecto, se hará justicia. ¿Utopía? ¿Posible, imaginable, real? No sé cómo se puede lograr esto.

Muy segura estoy, no es tarea fácil, mucho menos para personas incompetentes, ni resentidas, que descargan su malestar con los presos. Alguien tiene que parar ese proceso de venganza, que no tiene nada que ver con la verdadera justicia.

En mi opinión habrá que buscar a un personaje sensato, preparado y dispuesto a impartir justicia en el país. No se vale, ni es lo que esperamos los demócratas, que ahora venga la revancha. Ojo con eso, implica que no se cambia nada. Tenemos, un guía, un hombre universal, el extraordinario Nelson Mándela, “Madiva”, que entiendo lo llamaban así, significado de “padre”, que dio orientaciones claras, y actúo en consecuencia, para dar el ejemplo, sobre cómo se debe proceder una vez que cesa la dictadura.

Su conducta fue la más grande enseñanza para el martirizado pueblo de Sur África, que logró salir del “apartheid” sin un baño de sangre, como podría haber sido, de no contar con el prodigioso y extraordinario Mandela. Habrá que “restañar las heridas y hacer justicia” de esto no tenemos dudas.

El riesgo es volvernos como ellos. Eso sería innoble y terrible. He insistido en esto, desde el momento en que Adolfo, (QEPD) mi esposo, me lo hizo ver: “Cuidado me dijo, no te vayas a transformar en una de ellos, del lado acá”.

Su advertencia y consejo fue absolutamente pertinente. Por mi carácter tenía la tendencia a reaccionar fuerte, con emociones intensas y apasionadas. Comprendí, a ¡Dios Gracias! ese es el gran desafío que tenemos por delante. Ni somos como ellos y mucho menos queremos parecernos a ellos.

Hay que poner atención y estar siempre fijándose en la conducta propia, la tentación es fuerte. Casi sin darnos cuenta, por haber pasado tantos años, casi tres décadas, sometidos al escarnio y al maltrato, la primera reacción, a menudo, es la tentación de hacer justicia por la propia mano. No es correcto, ni sano, menos, necesario. Eso sería como aquello de:” Quítate tu, para ponerme yo”. No lo necesitamos, ni queremos. Queremos democracia, con justicia, con serenidad, con desarrollo y progreso. Queremos libertad, con límites, con responsabilidad, honestidad y veracidad. Queremos justicia, siguiendo las normas y leyes establecidas en la República y cumpliendo con los principios, las normas y valores que han sido el norte de nuestro país siempre.

No es tarea fácil, debemos emprenderla en nosotros mismos. Los mensajes de los que hoy gobiernan son todo lo contrario, insisto es nuestro gran reto: no comportarnos como ellos, no seguir la conducta de ellos, ¡no a la venganza, sí a la justicia! ¡Hasta el final!   

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