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Lo que debe saber sobre seguridad alimentaria y cambio climático

La inseguridad alimentaria mundial ya había aumentado, debido en gran parte a los fenómenos climáticos. Por su parte, el calentamiento global influye en los patrones meteorológicos, provocando olas de calor, lluvias intensas y sequías
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¿Cómo afecta el cambio climático a la seguridad alimentaria mundial y qué podemos esperar en el futuro?

El número de personas afectadas por inseguridad alimentaria aguda aumentó en 82 países de 135 millones en 2019 a 345 millones en junio de 2022, ya que la guerra en Ucrania, las interrupciones de las cadenas de suministro y las consecuencias económicas de la pandemia de Covid-19 hicieron subir los precios de los alimentos a máximos históricos.

La inseguridad alimentaria mundial ya había aumentado, debido en gran parte a los fenómenos climáticos. Por su parte, el calentamiento global influye en los patrones meteorológicos, provocando olas de calor, lluvias intensas y sequías. En 2021, el aumento de los precios de los productos básicos alimentarios fue uno de los factores principales que llevó a aproximadamente 30 millones de personas más de los países de ingreso bajo a padecer inseguridad alimentaria.

Al mismo tiempo, una parte importante del problema es la forma en que se producen los alimentos hoy en día. Recientemente se estimó que el sistema alimentario mundial es responsable de alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), solo superado por el sector de la energía. Y, además, es la principal fuente de metano y de pérdida de biodiversidad. 

¿Quiénes son los más afectados por los impactos climáticos en la seguridad alimentaria?

Alrededor del 80 % de la población mundial que está más expuesta a las malas cosechas y al hambre derivada del cambio climático se encuentra en África subsahariana, Asia meridional y Asia sudoriental, donde las familias de agricultores son desproporcionadamente pobres y vulnerables. Una sequía grave causada por el fenómeno El Niño o por el cambio climático puede empujar a millones de personas más a la pobreza. Esto es cierto incluso en lugares como Filipinas y Vietnam, países donde los ingresos son relativamente altos, pero los agricultores suelen vivir al borde de la pobreza.

¿Cómo podría el cambio climático afectar la agricultura y la seguridad alimentaria en el futuro?

Hasta cierto punto, las mayores temperaturas y el CO2 pueden ser beneficiosos para los cultivos. Pero el aumento de las temperaturas también acelera la evapotranspiración de las plantas y los suelos, y debe haber también suficiente agua para que los cultivos prosperen.

En las zonas donde los recursos hídricos ya son limitados, el cambio climático causará cada vez más impactos adversos en la producción agrícola debido a la disminución de los suministros de agua, el aumento de fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones y tormentas severas, el estrés térmico y una mayor prevalencia de plagas y enfermedades.

En los países donde las temperaturas ya son extremadamente altas, como el cinturón del Sahel en África o Asia meridional, el aumento de las temperaturas podría tener un efecto más inmediato en cultivos que son menos resistentes al calor, como el trigo.

Si no se implementan soluciones, la disminución del rendimiento de los cultivos, especialmente en las regiones con mayor inseguridad alimentaria, empujará a más personas a la pobreza. Se estima que, para 2030, unos 43 millones de personas podrían caer por debajo de la línea de pobreza tan solo en África. 

¿Cómo puede adaptarse la agricultura al cambio climático?

Es posible reducir las emisiones y aumentar la resiliencia, pero para hacerlo se necesitan importantes cambios sociales, económicos y tecnológicos. 

Existen algunas estrategias clave:

Utilizar el agua de manera más eficiente y eficaz, en combinación con políticas para gestionar la demanda. Construir más infraestructura de riego quizás no sea una solución si el futuro suministro de agua resulta insuficiente para abastecer los sistemas de riego, lo que puede ser el caso en algunos países.

Cambiar a cultivos que necesiten menos agua. Por ejemplo, los productores de arroz podrían empezar a cultivar productos como el maíz o las legumbres, que requieren menos agua. Al hacerlo, ayudarían también a reducir las emisiones de metano, porque el arroz es una de las principales fuentes de emisiones agroalimentarias. Sin embargo, una cultura que ha cultivado y consumido arroz durante miles de años no puede dejar de hacerlo tan fácilmente y empezar a cultivar otros productos que consumen menos agua y generan menos emisiones.

Mejorar la salud del suelo. Esto es sumamente importante. Aumentar el carbono orgánico en el suelo ayuda a retener mejor el agua y permite a las plantas acceder al agua de manera más fácil, aumentando la resiliencia a la sequía. Esta medida proporciona también más nutrientes sin necesidad de tanta cantidad de fertilizantes químicos, que constituyen una fuente importante de emisiones.

Los agricultores pueden recuperar el carbono perdido, dejando de labrar el suelo y utilizando cultivos de cobertura, especialmente de raíces grandes, en el ciclo de rotación en lugar de dejar las tierras en barbecho.

Este tipo de soluciones basadas en la naturaleza para los desafíos ambientales podrían producir el 37 % de la mitigación del cambio climático necesaria para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

Pero lograr que los agricultores adopten estas prácticas llevará tiempo y se necesitará concientización y capacitación. En los lugares donde las parcelas agrícolas son pequeñas y los agricultores no pueden darse el lujo de dejar las tierras improductivas o incluso rotar con cultivos de leguminosas, mejorar la salud del suelo podría plantear un desafío.

El Banco Mundial ayuda a los países a abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos y a gestionar los riesgos de inundaciones y sequías. Por ejemplo, en Níger tiene como objetivo beneficiar a 500.000 agricultores y pastores en 44 comunas con la distribución de semillas mejoradas y resistentes a la sequía, sistemas de riego más eficientes y un mayor uso de la agroforestería y las técnicas de agricultura de conservación.

Hasta la fecha, el proyecto ha ayudado a mas de 300 mil productores a gestionar sus tierras de manera más sostenible y ha permitido aplicar prácticas agrícolas más sostenibles en unas 80 mil hectáreas.

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