Tras décadas de preocupación, la capa de ozono está recuperándose. Es una gran noticia, ya que ahora estaremos un poco mejor protegidos de los nocivos rayos ultravioleta, evitando el cáncer de piel, enfermedades relacionadas con las cataratas, así como también estos rayos son capaces de dañar el ADN de todas las formas de vida.
A pesar de ser un hito histórico, la noticia apenas ha recibido atención. El último informe del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal (relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono), publicado en octubre de 2022, indica que en el año 2040 la capa de ozono habrá recuperado los valores previos a 1980 y que los dos grandes agujeros que se habían formado sobre el Ártico y sobre la Antártida se habrán cerrado en 2045 y 2066, respectivamente. Eso si no hay un repunte de estas sustancias (algo que, por ejemplo, en China parece que ya está ocurriendo).
Esta última evaluación se basa en amplios estudios, investigaciones y datos recopilados por un grupo internacional de expertos, muchos de ellos de la OMM, el Pnuma, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), la NASA y la Comisión Europea.
¿Qué la capa de ozono y por qué es tan importante?
La capa de ozono, ubicada entre 15 y 50 kilómetros sobre la superficie terrestre, envuelve a la Tierra impidiendo que los rayos solares y la radiación ultravioleta causen daños en la salud de las personas y de los ecosistemas. Además, de no existir, el planeta se calentaría más rápido.
Las primeras evidencias de que la capa de ozono se estaba debilitando se publicaron en los años setenta. En un estudio publicado en 1985, la comunidad científica señalaba que el tamaño (y la fortaleza) de esta capa estaba menguando y que en la Antártida, en el polo sur del planeta, se había abierto un enorme agujero en la capa de ozono, que llegó a alcanzar 30 millones de kilómetros cuadrados, tres veces la extensión de EE UU. En el polo norte también se descubrió un fenómeno parecido pero de una magnitud inferior.
Se determinó que este agujero era consecuencia del uso de algunos compuestos químicos como los utilizados para fabricar aerosoles, acondicionadores y productos desechables. Cuanto más se usen, mayor es el impacto; sobre todo porque como muestran varios estudios, la vida media de estos compuestos es de casi 100 años.
La conciencia sobre la gravedad del problema condujo a la aprobación del Protocolo de Montreal, firmado en 1987 y vigente desde 1989. Con ello se ha logrado salvar esta parte fundamental de la atmósfera en la Tierra.
Por este Protocolo, se pactó reducir el consumo y producción de clorofluorocarbonos (CFC), sustancias presentes en muchos productos útiles en la vida cotidiana, como los productos refrigerantes utilizados en frigoríficos y aires acondicionados, entre otros. El 99% de los compuestos nocivos para la capa de ozono se han eliminado del mercado desde la década de 1980 y, esta prohibición de unas 96 sustancias químicas tuvo su efecto ya que el agujero ha disminuido desde 2018 de manera considerable.
La liberación a partir de 2012 por parte de China de emisiones de CFC-11, un gas prohibido, puso en peligro los objetivos, pero finalmente las emisiones cesaron a partir de 2018 y este incidente solo ha retrasado un año el calendario de recuperación previsto. Si todo sigue como hasta ahora, dentro de 40 años la capa de ozono se habrá recuperado totalmente y la acción concertada mundial habrá contribuido además a mitigar en 0,5 grados centígrados el calentamiento global.
A ello hay que sumar la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal (acuerdo adicional alcanzado en 2016), que exige la reducción progresiva de la producción y la utilización de algunos hidrofluorocarbonos (HFC).
Los HFC no agotan directamente el ozono, pero son potentes gases de efecto invernadero. Según el Grupo de Evaluación Científica, esta enmienda debería contribuir a evitar entre 0,3 y 0,5 grados de calentamiento global de aquí a 2100.
A pesar de que la recuperación de la capa de ozono es una buena noticia, todavía hay que seguir trabajando en el cambio climático.
La mejora de la capa de ozono podría minimizar el aumento global de las temperaturas, lo que supondría una mejora respecto a las previsiones actuales (que estiman un mundo 2,5 grados más caliente para 2100) pero, aun así, seguiríamos estando por encima del umbral de seguridad para el planeta: el famoso objetivo de los 1,5 grados centígrados.
Una de las consecuencias más importantes de este hito es, justamente, la prueba de que es posible revertir un fenómeno global a gran escala. Las medidas adoptadas para proteger la capa de ozono sientan un precedente para la acción climática. El éxito obtenido gracias a la eliminación progresiva de las sustancias químicas que destruyen la capa de ozono muestra lo que puede y debe hacerse -con carácter de urgencia- para abandonar los combustibles fósiles, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar así el aumento de las temperaturas.
Lo decisivo es la evidencia de que los tratados internacionales basados en el conocimiento científico suponen un instrumento eficaz para afrontar los grandes desafíos ambientales. El cambio climático implica un reto mayor todavía porque exige prescindir de los combustibles fósiles. Pero el cumplimiento estricto de los Acuerdos de París de 2015 es la única forma posible de evitar el desastre.
El éxito del Protocolo de Montreal demuestra que, si hay voluntad política, se puede lograr.